Castilla-la Mancha, prototipo de la España Popular (III): creando cultura popular

En el primer artículo de esta serie describía el efecto de los cambios introducidos a contrapelo en el sistema electoral para asegurarse la mayoría absoluta. En una segunda parte explicaba cómo el Partido Popular había eliminado de la escena aquellas instituciones que habrían tenido la capacidad de supervisar su acción de gobierno. Tuve que improvisar una adenda para explicar la tropelía que se pretende cometer con la elección de alcaldes, aun siendo consciente de que con ello me salía del ámbito castellano-manchego. En este tercer, y por ahora último artículo con permiso de nuestros ínclitos gobernantes, quiero dejar constancia de que la manipulación más profunda y descarada se ha perpetrado en el ámbito cultural, y que éste es el factor que permite todo lo demás. Así somos. 

El bipartidismo PP-PSOE ha gobernado Castilla-la Mancha sin interrupción desde 1982, siendo entonces el Presidente electo de la Comunidad José Bono, el dirigente socialista menos sospechoso de izquierdismo, nada menos que hasta 2004 ininterrumpidamente. Claramente no es ésta una tierra amante de innovaciones, ni tendente a asumir riesgos políticos. El Partido Popular lo sabe, y hace todo cuanto esté en su mano, aparcando valores éticos y morales, para permanecer en el poder ahora que por fin lo ha alcanzado. Y con más énfasis cuando la actual Presidenta María Dolores Cospedal García ha descubierto lo muy rentable que puede llegar a ser la política.

Ambos partidos explotan cuatro herramientas valiosas para controlar el voto y la acción ciudadana. Y menciono tanto a PP como PSOE, porque éste fue el primero en sembrar, que una cultura no se instaura en unos pocos años, son necesarias décadas.

 Simplificar hasta tergiversar los conceptos. Fue Einstein quien dijo que todo debe ser realizado de la manera más simple posible, pero nunca más simple. Porque hay siempre un punto a partir del cual lo simplificado deja de ser lo que era y se convierte en lo que se quiera entender. Hay muchos ejemplos de ello en los mensajes políticos, y ya hemos citado algunos: el ahorro como excusa para controlar las Cortes y las Instituciones Castellano-manchegas, sin que tal ahorro haya llegado a existir en ningún momento, la democracia del voto mayoritario como justificación para asegurarse las alcaldías sin haberlo ganado en las urnas, por no hablar de despidos con finiquitos en diferido y otras tontunas. En esencia se simplifica tanto el mensaje que la manipulación es inmediata, porque quien escucha entiende lo que quiere entender.

La simplificación es efectiva: mientras los dirigentes utilizan expresiones que sólo son comprensibles por personas con formación en gestión – externalización de la ofertamodelos mixtosgestión público-privada, etc. – la oposición al proyecto utiliza expresiones mucho más comprensibles – privatizaciónlos usuarios serán clientes  – pero que se confunde con el significado intuitivo para quienes reciben el mensaje. El resultado es que se crean unas expectativas que aparentemente resultan falsas, lo que otorga mayor credibilidad a la Administración y su lenguaje cripto-técnico.

Uno de los resultados de este proceso de simplificación más allá de lo racional, hasta solaparse con el conocimiento común e intuitivo, es la efectividad de los mensajes sencillos que son radicalmente falsosla gestión privada es más eficientereducir el número de diputados es ahorro, … Esta forma de manipulación no es privativa de un partido político concreto porque también la estamos viendo aplicada en supuestos partidos de izquierda – y no me refiero sólo al PSOE – y bloquea la transmisión de mensajes más elaborados, que no son escuchados porque en contraste con la simplicidad, lo complejo suena a falso.

Que se lo digan a EQUO, sin ir más lejos, que no consigue que su ideología – la ecología política – cale en un electorado ávido de mensajes directos y sencillos, por muy imposibles de aplicar que resulten cuando se trata de llevar a cabo los programas electorales. La realidad necesitaría simplificación extrema para llegar a sus destinatarios, pero cuando se simplifica acaba diluida en el ruido de fondo, y es posible que se oiga, pero no se escucha.

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Cortoplacismo en la visión política. Deriva de la gestión económica e impregna lo que podríamos denominar la miopía del electorado. Buen ejemplo de ello es esta conversación de Jordi Évole con unos pescadores de Huelva, que están asumiendo resignadamente que el precio por tener trabajo es la aceptación de la enfermedad, porque para que puedan recibir un salario debe producirse una contaminación, que saben puede matarles.

La ciudadanía acaba focalizando su visión en lo muy cercano sin elevarla para ver otras opciones. No es de extrañar en este contexto que el dueño de un chiringuito de Ruidera opine que los movimientos de defensa de las lagunas son “cosa de rojos”, o el trabajador eventual del campo que reniega de los grupos anti-fracking manchegos porque le van a dejar sin trabajo, cuando el empeño de todos ellos es justo el contrario. Sin mencionar el entusiasmo del ayuntamiento deVillar de Cañas con la construcción del ATC.

Con ser todo lo mencionado extremadamente grave porque a cambio de unas migajas hoy estamos poniendo en serio riesgo el medio de vida – e incluso la propia vida – de toda una población, no deja de ser éste un riesgo. Pero hay también una seguridad: mientras no cambie el modelo económico de la región tenemos asegurado por muchos años desigualdad, altos índices de paro, bajos niveles de protección social, y pobreza. Y para cambiar el modelo económico hace falta visión a medio y largo plazo, que es inexistente en la práctica de gobierno. Porque nos han vendido tan bien el corto plazo, que ya somos incapaces de ver más allá de las próximas elecciones, y entre economía y bienestar, o trabajo y salud, elegimos siempre lo más inmediato. Aunque nos pueda matar, pero eso será más tarde.

Inhibición de la vida política. Porque el electorado ha interiorizado el mensaje de que participar en democracia es votar cada cuatro años, y no contempla las opciones que tiene a su alcance, que son unas cuantas. Recuerdo un debate sobre participación política en un foro online, muy concurrido y animado, en el que se mencionaron la mayoría de las formas de acción política, desde la toma del Congreso hasta las Iniciativas Legislativas Populares, pasando por las manifestaciones de cualquier cariz. Ni uno sólo de los participantes – y hablo de cientos de mensajes – mencionó la afiliación a partidos políticos para trabajar por su democratización interna. Cierto que están desprestigiados, pero eso tiene remedio, un remedio que no les conviene a las cúpulas de esos mismos partidos políticos.

Hay vías abiertas a la actuación, desde la posibilidad de recursos ante las Administraciones, pasando por el uso de hojas de reclamaciones en los servicios públicos, asociación a organizaciones de consumidores, defensores institucionales, movimientos sociales, grupos de presión políticos, asociaciones educativas y sanitarias, y por supuesto sindicatos y partidos políticos. Pero la mayoría de los colectivos sociales, laborales, profesionales y políticos han sido eficiente y eficazmente desprestigiados, y los demás son generalmente ignorados o menospreciados por quienes podrían trabajar en beneficios de muchos. E incluso la opción de votar cada cuatro años está siendo marginada por un colectivo cada vez más numeroso, con el beneplácito de los grandes partidos a quienes la pasividad ciudadana asegura el ejercicio del poder sin trabas.

Hay, sin embargo, excepciones a este estado de cosas plano y silencioso. Ocurren de vez en cuando, por temas puntuales y localizados, cuando el mensaje es sencillo y cercano.

En Villarrobledo o Tomelloso puede ser su Hospital, Alcázar de San Juan el agua, y en toda la región la lucha anti-fracking o contra el ATC. No hay constancia de que estas motivaciones puntuales y localizadas se estén extendiendo a la política en todas sus facetas, pero no deja de ser una esperanza. Algo se está haciendo bien desde los movimientos sociales, lo que es condición necesaria, aunque desgraciadamente no sea suficiente.

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Miedo. Joaquín Estefanía publicó un par de años atrás un libro muy recomendable: La Economía del miedo. Miedo a perder el trabajo, y con él el estatus social. Es un miedo abstracto y escurridizo, a diferencia del que se vive en los pueblos de Castilla-la Mancha, mucho más concreto. Este miedo es un efecto colateral del clientelismo imperante en todos los partidos políticos que hasta ahora han alcanzado el poder. Que te vean en el meeting equivocado en campaña electoral, o que se sepa que has votado a otro partido que no es el que te ha conseguido un puesto de trabajo, para ti o para alguien de tu familia, puede suponer un serio daño económico. O incluso el ostracismo social.

Los caciquillos cambian de cargo, pero no desaparecen de la vida pública: hoy son alcaldes y presidentes o vicepresidentes de la Diputación, mañana Diputados o Senadores. Dejan de ostentar cargos de relumbre en su partido, pero manejan desde las sombras, y ay de quién se signifique, o peor aún, intente aportar ideas nuevas, ética, o hable – en serio – de regeneración en las agrupaciones locales de los partidos. A tal punto ha arraigado el miedo que mucha gente necesitada prefiere renunciar a algún derecho antes que firmar una reclamación o un recurso ante la Administración. Aún si ésta es la Administración Central, poco sospechosa de conocer a sus administrados. Pero el miedo ha penetrado en muchos huesos.

Y qué decir de las estructuras de los partidos políticos, donde cualquiera que pudiese, aún sin querer, hacer sombra a los habituales, ya es historia tan pronto abre la boca.

Sé que escuchado desde una gran ciudad este mensaje puede parecer anacrónico o exagerado, pero antes de descartarlo pensad en cuantos interinos y eventuales trabajan en las Administraciones Públicas centrales, autonómicas y locales, y cuánto puede llegar a perder o ganar una familia si el político de turno te conoce, para bien o para mal. Sumadle a esta relación directa el engarce de las redes empresariales con los partidos y clanes políticos, y tendréis una impresión aproximada del miedo a ofender a la persona equivocada.

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La suma de estas cuatro vías de manipulación cultural ha producido un electorado que siempre vota con o contra los mismos, en una proporción superior al 90%. Creeré en la regeneración de los partidos políticos cuando vea a los representantes locales de los partidos castellano-manchegos animar a la participación sin cortapisas ni amenazas, y que desaparezcan las caras de siempre en las estructuras locales de PP y PSOE.

Por ahora, sigo siendo terriblemente escéptico. Mejor será que empiece el cambio cuanto antes, que esto va para largo.

@VJNacher.

NB: Muy recomendable entrevista de Jordi Évole, que retrata perfectamente las posiciones cortoplacistas en materia medioambental de los sucesivos gobiernos estatales, auntonómicos y locales. No os la perdáis.

3 respuestas a “Castilla-la Mancha, prototipo de la España Popular (III): creando cultura popular

  1. Aprovecho, que aunque leí esto en su momento, no pude comentar (he dejado otro comentario en la última, pero me ha dado un error, no sé si se ha enviado).

    Lo del “ennoblecimiento” del apellido de Mari Cospe me lo sabía, y qué mejor ejemplo del tipo de persona de que estamos hablando.

    Este programa de Salvados fue muy bueno. Y me dio mucha rabia, porque la masa es borrega a más no poder. Todos repitiendo que sí, que la fábrica les mata pero que les da trabajo. Eso es pan para hoy, cáncer y muerte para mañana, pero ellos tan contentos. Me recuerda a esta viñeta:

    También me ha recordado a otra cosa. Este verano, tomando un vino en un local del puerto deportivo de la Llana (zona protegida, ZEPA, ZEPIM, etc.), se quejaba la dueña de que no podía poner música alta ni luces porque “aquí los animales tienen más derechos que nosotros”. La señora, por cierto, fue alcaldesa no hace muchos años.

    Hablas de las ILP, pero es que ya hemos visto que se las pasan por el forro. Y recoger un millón y medio de firmas no debe de ser precisamente fácil ni rápido, como para que después las tiren a la basura.

    Por cierto, y saliéndome ya de esta entrada: me gusta la idea del consultorio 😉

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    1. Esa visión de “antes muerto que desempleado” es extrema, pero tiene un fondo comprensible. Cada día me entrevisto con media docena de parados rebosantes de rabia por la desvergüenza de algunos empresarios, pero cuando preguntas “¿Qué piensas hacer?” la respuesta es casi siempre la misma: “Aguantar, ¿tengo otra?”.
      El individuo medio no sabe pelear contra un sistema sin rostro, y no todo el mundo decide – o puede decidir – que manda en su hambre. Quizás porque hablan poco entre ellos, porque si lo hicieran sabrían que tarde o temprano la mayoría se enfrentará al hambre si el sistema no cambia, y no cambiará mientras no lo cambien ellos. Porque el hambre existe, y huele.
      Pero me estoy yendo por las ramas, es lo que tiene enfrentarte a la miseria varias veces al día, que te vuelve hablador para seguir con tu vida sin tirar de Prozac.
      Respecto de la sinrazón de quienes se oponen al cuidado del medioambiente, lo he vivido de cerca. Recuerdo una vez que fuimos a Ruidera y coincidió con la instalación de unas mesas informativas sobre el fracking. Me senté a tomar una cerveza y escuché como el dueño de un restaurante le pregunta a otro “¿Y eso del fracking, te has enterado de qué es?”, a lo que el segundo contestó “Ná, cosas de rojos”. Y ahí tienes la dosis de realidad, un centenar de personas dedicando un domingo de su vida a intentar proteger su medio de vida, y la respuesta es “Ná, cosas de rojos”. Hace que te preguntes para qué peleas, lo que me lleva a las ILP, que como casi todas las formas de participación están desactivadas en el sistema, porque justo de eso se trata, de que sean útiles como válvula de escape a la presión social. Lo de permitir cambiar las cosas nunca estuvo en su intención.
      Saludos compañero.
      NB: Que dice P. Baladring que a ver si le pasas una buena pregunta, que está echando barriga.

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