Es de esperar que surjan casos de corrupción en aquellos grupos que ejercen o han ejercido el poder, sin embargo puede resultar sorprendente que no sean sancionados social y políticamente quienes han hecho del fraude y la corrupción una estrategia de supervivencia, aún más cuando estos hechos son conocidos.
Existen varias explicaciones para este caso de aparente marginación de la moralidad a la hora de ejercer el voto, pero personalmente yo resaltaría dos:
- La primera, es la percepción de que la corrupción no es algo que afecte al individuo puesto que el dinero desviado no pertenece a nadie. En una cultura profundamente individualista que fomenta el egoísmo y la competencia como valores sociales, este error cognitivo justifica que el votante en general no se sienta involucrado.
- La segunda, de la que hablaré en este capítulo, es la coincidencia de la moral social con la moral política, que permite una identificación del elector respecto del elegido, por muy corrupto que sea éste.
Lo anterior requiere de fuertes sesgos cognitivos que permiten la autojustificación de un hecho aparentemente inmoral mediante mecanismos de resolución de disonancias, pero de esto ya hablaré más adelante. Por ahora me centraré en la construcción del entorno moral en el proceso socializador del individuo.
Para ilustrar este tema, ofrezco un episodio de timador protagonizada por los desaparecidos Tony Leblanc y Mariano Ozores. Un timo que sólo es posible cuando la moral del primo coincide con el sentido moral del timador.
Moral y ética
En el capítulo dedicado a la cultura vimos que las culturas políticas ideales de Almond y Verba presuponen tendencias y pautas de comportamiento político comunes en un determinado grupo social, pero hay que añadir una moral compartida que no necesariamente se ve acompañada de un significado ético. El primer paso será pues definir qué es moral y qué es ética, y por qué no acostumbran a coincidir.
Moral puede ser definido como “el conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que sirve como modelo de conducta del ser humano en la sociedad.”[1] Desde un punto de vista más cercano a la psicología social hablaríamos de moral colectiva, “una actitud compartida por el grupo que influye sobre otros resultados individuales”[2] regulando el comportamiento de sus miembros.
En cambio Ética es una ciencia normativa de derecho con un fundamento de reflexión personal. También es la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los comportamientos. La Wikipedia[3] aclara que “La ética estudia qué es un acto moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y a nivel social. En la vida cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la adopción de un sistema moral u otro.”
Resumiendo, la moral es aquél conjunto de valores y apreciaciones sobre lo que es o no aceptable en su seno, compartido por una comunidad en la práctica, y dependerá de la cultura local, sus costumbres, tradiciones y normas. Por simplificar, la moral es el conjunto de reglas que se aplica realmente en una sociedad determinada.
En cambio la ética va un paso más allá, es la racionalización de las reglas morales que conducen al bien, con sus valores, creencias, virtudes, deberes y realizaciones. Ética es el conjunto de reglas que se debería aplicar en una sociedad, siguiendo normas de justicia y respeto por toda la humanidad.
Por último, desde un punto de vista más antropológico, moralidad es la resultante de aplicar a las normas de la práctica social una interpretación cultural de los principios éticos por los que debería regirse esa comunidad en ese momento histórico.
¿Por qué insisto tanto en estas definiciones? Porque al estudiar el desarrollo de la moral a lo largo de la vida humana, veremos que la ética es el estadio superior de la moralidad. Sin ética, una persona estará al nivel moral de un niño o de un adolescente, sin dejar de ser por ello un adulto a todos los efectos.
Teorías del desarrollo moral.
Piaget.

La primera teoría moderna del desarrollo moral en los niños la publicó Jean Piaget hacia 1932, basándose en la visión de los niños de la justicia y de su respeto por las reglas. Emitió una teoría cognitiva-evolutiva que busca entender la moralidad desde dentro hacia el exterior, como un objeto que se expresa en las actitudes del sujeto. Estableció tres grandes etapas:
- Etapa premoral: Abarca los cinco primeros años de la vida del niño, cuando todavía no puede comprender el significado abstracto de las normas generales impuestas desde el exterior por los adultos, y necesita verlas como actos concretos imposibles de variar.
- Etapa heterónoma o del realismo moral: Entre los cinco y los diez años los niños consideran las reglas como impuestas por una autoridad externa y poderosa – Dios, padres, policía, maestros,… – y por tanto sagradas e inalterables. Las abordan desde la perspectiva dicotómica del bien y del mal, con una justicia inminente e inevitable: tarde o temprano quien obre mal será castigado.
Entre los siete y los once años aún no son capaces de realizar operaciones abstractas complejas, pero ya se dan cuenta de la reversibilidad de las normas, que empiezan a entenderse como negociadas y basadas en el respeto mutuo entre iguales. Se valoran sentimientos morales como la honestidad y la justicia.
- Etapa autónoma: A partir de los diez años los niños se dan cuenta de que las normas son acuerdos arbitrarios que pueden ser impugnados y modificados con el consentimiento de las personas a las que rigen. Las reglas pueden ser por tanto violadas en beneficio propio y las consecuencias dependerán de las intenciones del autor.
A partir de los doce años los niños se convierten en adolescentes y sus capacidades cognitivas admiten el pensamiento abstracto y las transformaciones de lo particular a lo general, y viceversa. Surgen sentimientos morales como la compasión o el altruismo.
El adolescente formula principios morales generales y los afirma de modo autónomo frente a las normas externas, limitándose el respeto a estas últimas de acuerdo con decisiones personales.
Piaget asocia por lo tanto el desarrollo biológico, el cognitivo y el moral. Sin embargo hay una gran laguna en su pensamiento: por qué personas con similar nivel de desarrollo cognitivo y emocional reaccionan de modo totalmente diferente frente a la misma norma.
Kohlberg.

En los años 60 del siglo XX Lawrence Kohlberg, discípulo de Piaget, partió del concepto de la relación entre desarrollo cognitivo y moral por etapas de Piaget, pero lo enfocó sobre la estructura del razonamiento a la hora de resolver dilemas morales, en lugar de hacerlo sobre los propios valores en que se basan. Mediante esta metodología encontró seis estadios morales agrupados en tres niveles, que resultan de aplicación universal y no son dependientes de peculiaridades morales de la cultura.
Un punto interesante de las conclusiones de Kohlberg es que a pesar del indudable vínculo existente entre desarrollo cognitivo y moral, el primero no garantizaba el segundo, de modo que sólo el 25% de los adultos alcanzan el estadio moral 5, y menos del 5% el sexto.
Moral preconvencional. En general se da entre los cuatro y los once años de edad, aunque es posible encontrar adultos y adolescentes en este nivel. Las personas actúan bajo controles externos y obedecen las reglas exclusivamente para evitar castigos, obtener recompensas o en beneficio egoísta.
- Orientación hacia el castigo y la obediencia. En este estadio el niño asume que las autoridades – Dios, los padres, los maestros, la policía, … – emiten reglas fijas que sólo puede obedecer. La bondad o maldad de los actos depende exclusivamente de sus consecuencias. Se interpreta el castigo como algo automático que ocurre después de hacer el mal.
- Hedonismo ingenuo. Las normas morales, de las que pueden existir diversas visiones, se siguen exclusivamente cuando satisfacen algún beneficio egoísta, valorando los actos en función de las necesidades que satisfacen. Si alguien tiene una razón válida – cuya validez dependerá de la moral colectiva – para actuar, se le debe juzgar en base a esa razón y no según las reglas arbitrarias de la autoridad. El castigo ya no es una consecuencia, sino un riesgo.
La acción será mala sólo si se produce un mal a alguien en concreto. O dicho de otra forma, no está bien robar una manzana en la tienda, pero no pasa nada si se apropia del dinero público, porque el dinero público no pertenece a nadie en concreto.
Moral convencional. Suele surgir a partir de la adolescencia, y es el nivel en el que se sitúa la mayoría de las personas adultas. La moral se enfoca subjetivamente como miembro de una sociedad determinada, teniendo en cuenta el ámbito moral de “lo socialmente esperado”.
- Etapa de orientación del niño bueno. Los actos se valoran según complazcan y sean aprobados por los demás – esencialmente la familia y la comunidad – que evaluarán la intención del actor teniendo en cuenta las circunstancias y los sentimientos personales como empatía, amor, confianza. Se actúa moralmente persiguiendo intereses propios que no dañen a ningún tercero. Se entiende la reciprocidad de acuerdo con el principio social del contrato «si tú haces algo por mí, yo haré algo por ti”.
Cambiamos de la obediencia incuestionable a una perspectiva relativista y una preocupación por la bondad de los motivos.
- Preocupación y conciencia sociales. La preocupación se extiende a la sociedad como un todo. Lo correcto es la obediencia a las normas existentes y el respeto a la autoridad por la creencia de que la ley mantiene el orden social, y no debe transgredirse si no hay un motivo inmediato y justificado que lo exija. Se consideran los derechos humanos a un nivel básico, y pueden surgir conflictos entre leyes y derechos humanos que las personas en este estadio no pueden resolver por completo eligiendo entre adhesión a la ley o desobediencia.
Este tipo de razonamiento suele desarrollarse durante la segunda mitad de la adolescencia, y es usualmente la etapa más alta que alcanza la mayoría de los adultos.
Moral postconvencional. La perspectiva supera la sociedad de la que el individuo es miembro, llegando a los principios en que debe basarse una sociedad buena en un sentido abstracto. Es la visión universal de la ética.
- Orientación del contrato social. Las personas se plantean qué hace que una sociedad sea buena desde la perspectiva teórica, y evalúan los modelos de sociedades existentes comparándolos con la propia. Se piensa pues en términos racionales, valorando la voluntad de las mayorías y el bienestar del conjunto de la sociedad.
Moralidad y derechos pueden situarse por encima de las leyes. Cuando las leyes comprometan los derechos humanos en sentido amplio son consideradas injustas y merecen ser desafiadas, aunque en general se considera la obediencia a la ley como la mejor opción para la sociedad a largo plazo.
Por ejemplo, si hablamos del derecho a la vida, para las personas del estadio cinco estaríamos hablando de la vida en términos de derechos humanos. En cambio para una persona del estadio cuatro hablaría de lo que entiende por derecho a la vida su líder espiritual, su grupo social o su iglesia: la autoridad correspondiente.
- Moralidad de principios éticos universales. Se define el bien y el mal según principios éticos frutos de la propia reflexión del individuo, de su conciencia, definiendo los fundamentos morales mediante los cuales alcanzamos la justicia universal. Se basan en normas de justicia y respeto por toda la humanidad que trascienden cualquier ley o contrato social. Son los principios emitidos por Kant y Rawls.
Las personas que alcanzan el estadio seis toman sus decisiones morales basadas en un principio absoluto de imparcialidad porque todos merecen igual y pleno respeto.
Inicialmente Kohlberg encontró que uno de cada veinte adultos estudiados alcanza el sexto estadio, aunque posteriormente revisó este último dato y dejó de asignarlo temporalmente porque no encontró prácticamente ningún sujeto que razonase continuamente en esta etapa. Prescindió temporalmente del estadio seis llamándola la etapa teórica y anotando las respuestas postconvencionales en el estadio cinco.
Dentro de esta etapa teórica se situarían las personas capaces de comprometerse son la justicia hasta el punto de aceptar el castigo que implica la desobediencia a las leyes, y pese a ello aplicar el análisis razonado del enfrentamiento, considerando la desobediencia a las leyes injustas como un obligación moral. En este sexto estadio se situarían personas del nivel de Gandhi y Martin Luther King. Aquí tenéis un fragmento del más famoso discurso de Martin Luther King Tengo un sueño. Fijaos en el nivel moral inscrito en él y recordad lo que representó para EEUU y para el mundo.
Os adjunto también el tráiler de la película basada en la biografía de Gandhi. Vencieron al imperio británico mediante la desobediencia civil, pagando un precio muy alto por ello. Si no habéis visto este film, os lo recomiendo.
Fomentando el desarrollo moral.
Kohlberg opinaba que los seis estadios no eran producto de la maduración, no hay un modelo genético ni un desarrollo automáticamente ligado a la edad, ni siquiera es un producto de la socialización porque los agentes – padres, maestros, pares, líderes de referencia, etc – no pueden enseñar directamente nuevas formas de pensamiento. Mucho menos cabe esperar la enseñanza regulada de las seis etapas de forma sistémica.
Los estadios tienen que emerger de nuestro propio pensamiento acerca de los problemas morales mediante el estímulo de nuestros procesos mentales. Cuando participamos en debates y discusiones socráticas acerca de dilemas morales, cuestionando y confrontando opiniones es cuando nuestras posiciones se amplían.
Cuando los niños y adolescentes interactúan entre sí aprenden a coordinar los diferentes puntos de vista en actividades y reflexiones cooperativas, que funcionan mucho mejor cuando son abiertas y democráticas.
Kohlberg experimentó con La comunidad justa, un proyecto de formación de un grupo democrático de adolescentes animados a identificarse como una comunidad que piensa de manera crítica, debate asuntos concretos y es libre de retar las opiniones de profesores y coordinadores. Exactamente lo contrario a lo ocurrido en el experimento de La Tercera Ola que incluí en el artículo sobre el proceso de socialización.
Concluyendo:
Kohlberg nos ha demostrado que el desarrollo moral no es automático, ni puede darse por garantizado simplemente por edad o por un determinado proceso de socialización. Igualmente lo contrario puede darse por cierto: quienes aplican criterios morales en los primeros estadios no son necesariamente estúpidos o corruptos, son personas que por diversas razones no han sido capaces de desarrollar estadios morales superiores.
Antes de culparlas por ello, recordemos que pueden existir muchas razones, entre otras seguir un proceso de socialización en entornos ideológicamente cerrados donde el debate y la discusión no están permitidos. Recordemos que hay temas que los adultos no ofrecen a los niños en el ámbito familiar, las escuelas con ideologías religiosas, las culturas políticas parroquiales y súbditas, etc.
Otro factor del que todavía no he hablado es la comunicación y nuestra preferencia por escuchar aquellos discursos y mensajes que refuerzan nuestras posturas previas sin confrontarlas, por no mencionar la socialización digital y la degradación de conceptos como la amistad en redes sociales, o la desaparición de los enlaces débiles que mencionaba Granovetter. Todo ello vendrá pronto, paciencia.
Mientras tanto finalizo con Invictus, el poema que mantuvo la fe de otro gran hombre del siglo XX, Nelson Mandela, durante su largo cautiverio:
Bibliografía
Bohannan, P. (1996). Para raros, nosotros. Introducción a la Antropología Cultural. Madrid: Akal.
Muñoz, A. (06 de agosto de 2016). LA TEORÍA DEL DESARROLLO MORAL DE KOHLBERG. Obtenido de Cepvi.com: http://www.cepvi.com/index.php/psicologia-infantil/articulos/la-teoria-del-desarrollo-moral-de-kohlberg
Wikipedia. (s.f.). Obtenido de Teoría del desarrollo moral: https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_desarrollo_moral
[1] Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Moral
[2] Concepto y fundamento de la Psicología Social: http://www.monografias.com/trabajos5/psicoso/psicoso.shtml
Buenas,
No estoy seguro de que el robo al erario público se acepte porque ese dinero no es de nadie.
Si nos fijamos en cuando se sacan temas de corrupción, los de la socialdemocracia caduca sacan los trapos sucios de los conservadores e ídem desde los conservadores con los de la socialdemocracia.
Los votantes de la socialdemocracia sí han sido capaces de penalizar a su partido tradicional, pero no ha ocurrido lo mismo con los votantes conservadores. Más que una cuestión moral, parece que es por un lado la defensa de «los míos/as» y por otro que los conservadores son los garantes -en su imaginario- de la «paz y el orden social». También influye el hecho de la ruptura generacional y la clara diferencia de edad entre votantes conservadores y jóvenes, que se diferencian principalmente en la oportunidad de estos últimos de aprender -aunque muy por encima y de forma sistemática en el proceso educativo- las cuestiones éticas básicas y un acceso a la información mucho más amplio. Mientras los votantes conservadores suelen ver canales informativos nacionales y regionales -usualmente arbitrarios-, los jóvenes viven sobreinformados de diferentes fuentes -que conlleva otros sesgos.
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Josep Borrell dijo una frase en el Intermedio que ha tenido menos eco que otras: “…el partido socialista ha perdido hoy el apoyo de las capas más ilustradas y educadas de la sociedad. Pierde en todas las ciudades de más de 50.000 habitantes. No puede ser un partido rural de gente mayor, con todo el respeto por la gente mayor y quienes viven en el campo…”. Porque efectivamente han sido estas fuerzas, habitualmente capaces de alcanzar mayor nivel moral, las que han abandonado al PSOE. Con esto el resultado es una pérdida de moral global dentro del partido, con mayor preponderancia de los equipos transaccionales/sargentos chusqueros, que a duras penas alcanzan el nivel 2 en la escala de Kohlberg.
Ya he hablado de las razones que explican la existencia de una masa de personas que vota en función de lo que opina la comunidad a la que pertenece, o de lo que ha aprendido de su familia. Pero hay una tercera razón de la que hablaré en próximos capítulos, que es lo que se conoce como literacy divide, o segunda brecha digital: la incapacidad del individuo para aprehender la información relevante debido a su falta de base educativa y/o habilidades para acceder a la información relevante. Otro modo de asimetría en la información que conduce a la desigualdad, igual que la hiperinformación de los jóvenes lleva a la saturación.
Creo que para comprender el fenómeno falta estudiar al menos otros tres conceptos: el proceso de mediación en la comunicación, la muy ignorada por los poderes públicos segunda brecha digital, y el paralelismo entre ideología y religión. De todo ello hablaré muy pronto.
Saludos, V.J.
NB: No dudes que el segundo nivel moral existe y funciona como lo describe Kohlberg, porque yo lo veo a menudo en mi entorno laboral. Cuando algo no pertenece a nadie en particular, es perfectamente lícito apropiarse de ello con cualquier justificación para evitar la disonancia: “no pasa nada por robar a los bancos, el dinero está asegurado”, “si te cuelas en el metro no perjudicas a nadie porque el tren ya lo han pagado viaje alguien o no”, “el concejal se queda con algún dinero, pero es que se lo merece porque trabaja mucho”, y un largo etcétera.
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