“Yo siempre tomo mis decisiones de forma racional, habiéndome leído todos los programas electorales”. Vale, eso significa que conoces lo suficiente de Economía, Derecho, Politología, Contabilidad Presupuestaria y Gestión Empresarial como para entender los diversos programas políticos, las más de las veces escritos para que no los entiendas allá dónde no convenga. Por supuesto te los has leído todos, y cuando digo todos es todos: ¡VOX y UPyD incluidos!
Además te has estudiado, al menos, las biografías de quienes componen la lista de ministrables de cada partido y has evaluado su competencia para ejercer el Gobierno. También has analizado las probabilidades de que tu voto sea decisivo en tu provincia para que te pueda representar, si no la opción que has elegido, al menos la más cercana.
Y si hiciésemos una encuesta probablemente resultaría que la mayoría del electorado español también ha votado con total racionalidad. De ahí se deduce que la sociedad española ha realizado un hercúleo esfuerzo intelectual, que ha paralizado por completo toda actividad durante no menos de dos semanas, tiempo necesario para preparar racionalmente el voto y que se nos pase la resaca a tiempo para la jornada de reflexión. Ya, pues será gracias a eso que las decisiones económicas, jurídicas y políticas de este país las toma un Registrador de la Propiedad.
Abandonemos ahora la ficción y volvamos a la vida real: la mayoría de las elecciones de nuestra vida las tomamos sin utilizar un proceso racional de decisión, sino otros mecanismos favorecidos por la evolución para nuestra supervivencia. Son un cúmulo de simplificaciones e intuiciones que componen los atajos del pensamiento y que tienen la virtud de acortar el tiempo de toma de decisiones, pero el vicio de introducir sesgos que convierten nuestras decisiones en una lotería. Si lo pensáis tiene sentido: cuando nuestros antepasados veían venir hacia nosotros una tribu desconocida con armas, no había tiempo para irlos conociendo uno a uno antes de juzgar. Según factores como la distancia, las armas, el número y su nivel de musculación se decidía huir o enfrentarse. Y no debe funcionar tan mal cuando aquí seguimos.
¿No lo creéis? ¿Pensáis que exagero? Leed el artículo y luego hablamos.
NOTA: Aviso que esta vez no os incluyo ningún vídeo: si alguien quiere escuchar opiniones sesgadas, que se conecte a cualquier tertulia política. Aquí la realidad supera, con mucho, a la ficción.
Un pensamiento, dos sistemas.

Daniel Kahneman y Amos Tversky (ni idea de cómo se pronuncia) experimentaron con la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre. Publicaron algunos estudios sobre los sesgos encontrados, que más tarde le reportarían a Kahneman el Nobel de Economía en 2002. Una década antes, Daniel Kahneman había divulgado que los pensamientos que conducen a decisiones se gestionan mediante dos sistemas:
- El Sistema 1[1] – automático e intuitivo – actúa desde la experiencia, bien mediante búsqueda de pautas almacenadas en la memoria, bien mediante métodos heurísticos[2].
- El Sistema 2 – esforzado – es el complementario del anterior. Utiliza métodos de resolución de problemas por pasos, y requiere un importante esfuerzo físico que se puede detectar por la dilatación de las pupilas, concentración, y efecto túnel durante el cual estamos ciegos y sordos a todo aquello que no sea el problema.
La mayor parte de los problemas sencillos e inmediatos se resuelven mediante el sistema automático, que siempre está activo mientras estemos despiertos, y el sistema esforzado sólo toma el control cuando Sistema 1 es incapaz de resolver el problema, teniendo entonces la última palabra. Si no fuera así, estaríamos paralizados la mayor parte del tiempo y la especie humana habría sido esa que sirvió de desayuno a los tigres, los cocodrilos, o si me apuran, los conejos. Sin embargo el Sistema 1, diseñado para resolver situaciones de emergencia, tiende a engañarnos con una cierta frecuencia porque no fue diseñado para complejidades: lleva bastante mal las evaluaciones estadísticas y los problemas con varias aristas simultáneas. Entonces aparecen los sesgos, o las respuestas a preguntas que nadie ha planteado.
Las respuestas erróneas del pensamiento intuitivo.
Os pongo unos ejemplos.
Supongamos que llegáis a un paso cebra y queréis cruza la calle. En condiciones normales Sistema 1 hace una evaluación de los coches que se aproximan, su velocidad, y os incita a cruzar o esperar. Si utilizaseis Sistema 2, tendríais que medir la distancia y la velocidad, coger una hoja de cálculo, calcular el tiempo estimado de llegada del coche al paso, vuestra velocidad al cruzar, y detectar si hay un rumbo de colisión. En resumidas cuentas, que no cruzáis.
Ahora supongamos que os habéis olvidado las gafas y Sistema 1 no es capaz de determinar si podéis cruzar. Si pasa el control a Sistema 2, probablemente cruzaréis cuando no venga ningún coche, o esperaréis hasta que otra persona decida cruzar. Pero la intuición puede responder a una pregunta no planteada y deciros “Este es un paso cebra, tienes preferencia, cruza y si tienen que frenar, que frenen”, así que os lanzáis a cruzar sin más. Pues frenarán a tiempo… o no. Es decir, habéis obtenido respuesta a la pregunta no formulada “¿tengo preferencia?”, pero no a la inicial “¿Puedo cruzar sin riesgo?”.
Otra posible distorsión puede venir de la propia memoria. Si por ejemplo sufrís dos episodios muy dolorosos, uno de ellos de duración breve y el otro larga con niveles de dolor más altos, la tendencia de la memoria será a suavizar en mayor medida el recuerdo del segundo trauma. Si en algún momento os veis obligados a elegir de nuevo entre las dos experiencias –dos tipos de rehabilitación tras un accidente, o un parto asistido o natural por ejemplo – el Sistema 1 obtendrá un resultado de la memoria que le recomendará elegir la segunda experiencia, porque la memoria la presentará como menos traumática. Claro que si no fuese así igual nos habríamos extinguido….
Sesgos cognitivos.
Estos son algunos de los sesgos estadísticos del Sistema 1 descubiertos por Kahneman y Tversky, pero advierto que la lista no es exhaustiva[3].
En las elecciones del 26J corrió el bulo por las redes sociales de que los resultados del Partido Popular sólo pudieron conseguirse mediante fraude, y se apuntó como una de las causas probables el voto manipulado de los ancianos dementes[4]. Sin embargo una estadística de base hubiese revelado que el porcentaje sobre la población con derecho de voto de ancianos sin capacidad de decidir por sí mismos es muy minoritario (entre 3 y 5%)[5], y por tanto no pudo ser significativo fuera de algún escaño puntual muy disputado. Este es un sesgo propiciado por la tendencia a ignorar la información de base, la insensibilidad a las estadísticas previas.
Otro tanto cabe decir sobre la insensibilidad al tamaño de la muestra. Que en una determinada circunscripción electoral se compruebe un fraude[6] no autoriza a extender la conclusión a todas las circunscripciones, porque la representatividad de un resultado estadístico debe ser realizada en función del tamaño de la muestra, unas pocas circunscripciones en este caso sobre una base muy pequeña del electorado. Sin embargo tendemos a asignar la misma valoración cualquiera que sea el ámbito de muestreo.
En resumen, que las noticas sobre el voto de unos ancianos siendo manipulados fueron exageradas para reclamar un fraude electoral, en cambio la estadística general que demuestra la improbabilidad de esa conclusión fue ignorada.

Otros sesgos se basan en la información inicial de la que se dispone a la hora de predecir resultados futuros, sesgos de los que no escapan ni siquiera los expertos. Antes de las elecciones del 26J se crearon fuertes expectativas sobre la posibilidad de un adelanto – el famoso sorpasso – al PSOE por parte de Unidos Podemos. Este adelanto era improbable por diversas razones – la escasa implantación de UP en las zonas rurales, la mala gestión del proceso de unificación, los muchos errores cometidos en la primera legislatura fallida, etc – pero al mismo tiempo era una meta anhelada y atractiva para una amplia base de electores.
El primer sesgo que intervino fue la ilusión de validez que se produce cuando un resultado deseado parece tener un buen ajuste con los datos iniciales, de ahí que se viese coherente algo improbable: que el resultado de la coalición fuese equivalente a la suma de los votos el 20D de ambos por separado, o incluso mayor.
El segundo sesgo, y más importante, fue la ignorancia de un fenómeno conocido como regresión a la media[7] que documentó Galton a finales del siglo XIX. Para no aburriros en exceso, el resumen sería que cuando se obtiene un resultado cercano al máximo posible en un evento, en la siguiente ocurrencia el resultado tenderá a acercarse a la media, y viceversa.
Es decir, que si Podemos obtuvo el 20D un buen resultado, cercano a su máximo en ese momento, en las elecciones siguientes era mucho más probable que obtuviesen un resultado más bajo. Lo mismo ocurrió con los resultados de Ciudadanos porque las circunstancias son similares. Al disponer de sólo unas elecciones generales con Podemos en nuestra experiencia los métodos heurísticos de nuestras mentes ignoraron otros factores limitativos y basaron las expectativas en que sólo podía producirse crecimiento electoral, cuando en realidad todas las probabilidades estaban en contra.

Otro factor que influye de manera notable en nuestras expectativas es la disponibilidad en la memoria de experiencias previas. Para no cansar al lector, sólo mencionaré tres de estos errores de apreciación.
El primer tipo son los sesgos debidos a ejemplos recuperables. Cuando existen muchos ejemplos disponibles, y aún más si son recientes y notorios, tendemos a asignar una mayor probabilidad a la clase. Esto ocurre por ejemplo con la corrupción en los políticos, en que tendemos a dar por válidas acusaciones cuando tienen por objeto a algún político notorio, sin tener en cuenta las circunstancias. De esta forma acaban mezclándose con gran facilidad en nuestra visión casos como los de financiación del Partido Popular con otros difícilmente comparables[8] cuando no contradicen nuestras creencias. Lo que no quiere decir que estos sesgos no sean utilizados intencionadamente, que lo son, pero hay que entender el mecanismo para no estigmatizar a quienes emiten este discurso del “son todos iguales”.
El segundo procede de la facilidad para realizar búsquedas en nuestra memoria. Siguiendo con el ejemplo anterior, si buscamos en nuestra memoria casos de corrupción, tenderán a aparecer en primer lugar los casos más notorios, referidos a dirigentes de partidos políticos o altos cargos. De ahí tenderemos a pensar que es mayor la corrupción en las altas esferas de los partidos que en las bases. Y sin embargo no es probable que esto sea así porque tanto las bases como sus representantes de la dirección tienden a compartir una determinada moral como ya expuse en capítulos anteriores. Lo mismo ocurre si la información no está en la memoria pero puede generarse mediante reglas, no obteniendo muestras de la memoria sino generándolas. A esta variante se la denomina sesgo de imaginabilidad.
Concluyendo.
Dejo aquí esta relación de sesgos estadísticos porque creo que la idea ya ha quedado clara: cada vez que empezamos una frase con “…en mi opinión…”, “…pues yo creo que…”, “…me parece…” es muy probable que el Sistema 2 sospeche de la aplicación de sesgos por parte de Sistema 1 e intente poner un filtro a lo que vamos a decir. Es una prevención a la disonancia cognitiva anunciada, concepto que explicaré en el próximo post. Claro que quienes carecen de filtro afirmarán con toda seguridad y énfasis el hecho, sin haberse molestado en contrastar la información.
Estos sesgos son prácticamente inevitables puesto que el Sistema 1 estará siempre activo mientras estemos despiertos, y su activación es automática afectando incluso a las personas expertas en la materia.
Sin embargo, hay posibilidad de prevención cuando sabemos que los sesgos existen, de modo que asumimos un alto riesgo de distorsión en nuestras opiniones cualitativas al no activar conscientemente el filtro del pensamiento esforzado. Cuando no nos planteamos la validez de nuestras intuiciones, podemos incurrir en graves errores de juicio fomentados por los grupos interesados en manejar nuestra percepción. No me refiero sólo a los grandes medios de comunicación de los que hablaremos más adelante, sino a los líderes de nuestros propios grupos de pertenencia.
De los sesgos en las interacciones sociales, os lo cuento en el próximo capítulo.
Bibliografía
Kahneman, D. (2011). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Círculo de lectores.
Kahneman, D., & Tversky, A. (1974). Judgement under uncertainty: heuristic and biases. Science, http://www.jstor.org/stable/1738360. Obtenido de University of California, Irvine. Department of Cognitive Sciences.
Pallí Monguilod, Cristina; Martínez Martínez, Luz M. (s.f.). Naturaleza y organización de las actitudes. Barcelona: Editorial UOC.
[1] Mantengo la nomenclatura original de Kahneman en su libro “Pensar rápido, pensar despacio”
[2] Por métodos heurísticos me refiero a metodologías no basadas en el procesamiento secuencial – por pasos ordenados – de la información, sino a aquellos métodos de resolución de problemas mediante reglas y atajos mentales.
[3] Para más información consultad el artículo original publicado en Science y referenciado en la bibliografía (en inglés) o alguno de los muchos trabajos sobre esta propuesta publicados posteriormente.
[4] En la categoría de demencias seniles se incluye habitualmente la enfermedad de Alzheimer, pero no es la única.
[5] Elaboración propia, aplicando la prevalencia de demencia senil sobre la distribución por edades en el censo electoral de residentes en España del INE.
[6] Por ejemplo, podéis leer http://www.eldiario.es/politica/PP-ancianos-facultades-intelectuales-afectadas_0_524947732.html
[7] Para más información sobre este fenómeno estadístico: https://es.wikipedia.org/wiki/Regresi%C3%B3n_a_la_media
[8] Por ejemplo el caso Campeón, que dañó seriamente la carrera política de José Blanco, aunque posteriormente fuese archivada la causa http://politica.elpais.com/politica/2013/09/19/actualidad/1379593463_368269.html