Para cerrar la serie le hemos pedido a P.Baladring que incluya sus propias conclusiones, y esto es lo que nos ha enviado. Su teoría es que no hay gilipollas, sino idiotas, entendiendo como tales:
Preferimos no entrar en detalles con tan arriesgada hipótesis, así que lean el texto y decidan:
¿A qué viene tanta ansia por comprender a los demás? ¿De verdad que les importa cómo han construido su realidad los otros? A las mayorías les gustan las cosas sencillas: al pan pan, y al sentido común simpleza que te suelto. A eso debe probablemente su supervivencia el virus del homo sapiens sapiens. Que no deja de tener su gracia el nombrecito: han tenido que repetir sapiens para que alguien se lo creyese.
El yayo Juan de la Espada me ha pedido amablemente – lo de amenazarme con tirarme al pozo ha sido sin duda un exceso de celo negociador – que aporte mi visión alienígena al tema éste de si son galgos o podencos, gilipollas o simples idiotas. Y antes de que la muchachada emanada de la EGB se entusiasme con el festival del insulto, incluyo el significado de la palabra idiota:
Descartadas las acepciones primera (por reiteración), tercera (por redundante) y cuarta (por ser asunto excusable), las demás componen una definición útil: personas que por su cultura[1] se muestran engreídas sin razón aparente, ya que carecen de toda[2] instrucción. Vayamos ahora a la etimología de la palabreja:
“En este adjetivo encontramos la raíz ἴδιος [ˈidios], que en griego era ‘lo privado, lo particular, lo personal‘… Por tanto, en principio, el idiota era simplemente aquel que se preocupaba sólo de sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos y/o políticos.[3]”
Ya nos vamos centrando: un idiota es aquella persona egoísta que no colabora en la gestión de la res publica, la llamada esfera pública después de Habermas[4], pese a que las decisiones tomadas le afectan directamente. Y yo añadiría que suele ser alguien que encima se queja desde su sofá con argumentos emanados directamente de sus gónadas, sin ni siquiera rozar la parte supuestamente sapiens de sus inmaculados cerebros a estrenar.
Ahora que ya he dejado claro qué es un idiota, probablemente algún bienqueda dirá que egoístas los hay siempre, pero que no son tantos. Cosas de los sesgos heurísticos, que podríamos resumir diciendo que son las tontás que soltamos cuando dejamos que nuestra neurona calculadora hable sin pasar por el filtro del esfuerzo intelectual. Si tenemos en cuenta cuántas personas se molestan, al menos, en pagar a un partido político[5] y los restamos del total de votantes tendremos una buena aproximación al porcentaje de idiotas españoles:
Si se fijan sus mercedes, la proporción se mantiene para la mayoría de los partidos, con la increíble excepción del Partido Popular. Y digo increíble porque cuesta mucho creer que el partido más ultra-liberal del espectro consiga que casi un millón de personas[6] aflojen los 20€ anuales de la afiliación, cuando ya se sabe que la definición de liberal es aquella persona a la que hay que dar fuerte en los codos para que suelte dinero en provecho de otros.
En cifras, y simulando que nos creemos el número de afiliados al PP, ese 5,85% de participación promedia representó el 26J 1,4 millones de personas. Obviamente no es un dato que podamos calificar de científico, pero como aproximación nos vale.
Podríamos definir a las personas no afiliadas que votan a un determinado partido como idiotas-comme-il-faut. Es decir, idiotas que, al menos, siguen la norma social de acudir a un colegio electoral cuando la institución correspondiente se lo ordena. A estos idiotas dentro de un orden habría que sumar, como mínimo, los idiotas en estado puro (siempre etimológicos, desde el cariño y respeto que me merecen) que ni siquiera se molestan en acudir a las urnas, y en total tenemos una aproximación: unos 33,5 millones. Probablemente de esta cifra habría que restar los activistas de las Redes Sociales, pero como mucho cabría hablar de idiocia informada, así que lo dejo ahí.
La conclusión que se desprende es que España es un estado con mayoría de idiotas (Escucho un grito: ¿Cómo puedes decir eso, sucio batracio?). Vale, lo diré en formato académico para que resulte más publicable: en definición de Almond y Verba, el electorado español se enmarca en una cultura política parroquial.
Estas tasas de dejación no son un caso único de lo política, ni mucho menos. Por ejemplo en el barómetro de septiembre del CIS nada menos que el 69,4% de los encuestados se declararon católicos, pero sólo el 16,9% acudían a la iglesia una o más veces a la semana. Sin embargo, del alma católica que se ocupe el papa, que para eso es su negociado. En lo que refiere al proletariado (o lo que queda de él) la afiliación a sindicatos lleva la misma dirección, y eso que existe una evidente relación inversa entre fortaleza sindical y desigualdad económica (al menos en el modelo favorito de nuestros mandatarios, que es Disneyland, o Estados Unidos de América para los puristas):
Para situarnos, en España la tasa de afiliación ha caído en torno al 15%, la media de la UE anda por el 23%, pero en los países del norte supera el 50%. Igual tiene algo que ver con que la desigualdad también tenga una clara orientación norte-sur, manías correlacionarias que tiene uno.
Queda demostrado que la idiocia etimológica produce los mismos efectos sea cual sea el ámbito, con una única excepción: cuando las organizaciones tienen al dios de sus dirigentes de su lado. Pero claro, los dioses no son idiotas etimológicos – no hay constancia de la existencia de idiotas imaginarios de ninguna clase – y apoyan a sus grandes sacerdotes para que parezcan menos idiotas y transmitan su invencible magia.
Creo que con esto queda demostrado que los votantes no son gilipollas, sino que la cultura parroquial fomenta la idiocia política (siempre etimológico sensus). Por eso los partidos que han gobernado son quienes han sido capaces de atraer a más idiotas porque así se lo ha mandado el señorito (o la señorita), por creer que así defienden mejor a su dios, por tradición, o sobre todo por miedo al cambio. Porque el homo sapiens2 es cobarde cuando no consigue visualizar su encaje en un futuro cambiante. Será que la ventaja evolutiva de la imaginación aún no se ha extendido a toda la especie, y a este paso es dudoso que lo consiga antes de la – más o menos próxima según las creencias de cada cual – extinción .
Porque a esos optimistas creyentes en la evolución mamífera bípeda tengo que decirles que sí, que esta es una raza donde imaginación y valentía son minoritarios. Se lo demuestro. En la encuesta de Metroscopia publicada por El País el pasado domingo 16 los preguntados decían mayoritariamente que prefieren evolucionar hacia un sistema multipartidista. ¿Mayoritariamente? No, una minoría de más de cinco millones de electores resiste y resistirá siempre frente a cualquier progreso invasor:
Espero que quienes hayan llegado hasta aquí estén ya de acuerdo en que el problema no es que en España voten siete millones y pico de gilipollas, que eso serían muchos gilipollas, sino que lo que hay son muchos idiotas distribuidos equitativamente entre todos los partidos. Si acaso, lo llamativo es que en el Partido Popular hay casi tres cuartas partes de cobardes involucionistas, en el PSOE los estatofílicos[7] son un tercio (desgraciadamente justo el tercio que manda), en Ciudadanos los involucionistas son otro tercio, y por contra el partido podemita está plagado de temerarios.
Entiendo evidente que si algo tan sencillo como que cuatro partidos políticos se disputen la arena política produce un tercio de acongojados[8], cuántos no temblarán a la hora de tomar decisiones de cambio personal. De modo que muchos esperan que algo cambie, pero que lo hagan otros, y a ser posible que sólo les afecte a ellos, a mí ni mirarme que ya estoy bien cómo y dónde estoy. Ya lo decía Tolstoi:
Llega hasta tal punto el acongoje generalizado que algunos homo sapiens2 hispanicus votarán contra sus intereses con tal de salvar a dios, a la tradición, a la patria, o al sursuncorda. Aunque hay que anotar que en general suelen ser muchos menos de los que generalmente se piensa:
Tomemos por ejemplo el voto del trabajo doméstico no remunerado (las mal llamadas amas de casa, mayormente): es conservador, y eso que es difícil imaginar que el trabajo no remunerado sea algo deseable de conservar.
Los desempleados, en cambio, hacen una aportación relativamente modesta al Partido Popular, que es en cambio sorprendentemente alta a la abstención y los votos nulos y en blanco. Lo interpreto como un rechazo apático y desesperanzado de la política, lo que no deja de ser paradójico ya que la política les abandonó primero[9].
Por último es cierto que jubilados y pensionistas en general apuestan temerosamente por quien decide si su paga crece más o (mucho) menos, que es el que gobierna. Es también paradójico puesto que acaban votando por quienes recortarán sus pensiones, pero esperable. Lo sorprendente es que sorprenda alguien, porque el voto del miedo crece con la edad.
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Llegados aquí, lamento contradecir al futuro antepasado (es un decir, en realidad me encanta llevarle la contra a V.J.) pero los grandes cambios no son evolucionarios, aunque reconozco que éstos tienden a permanecer en el tiempo mientras que las revoluciones llegan, hacen daño, y se van. En realidad las grandes transformaciones sociales son esa cosa que queda después de que la espiral de silencio se rompa en forma de estruendoso – y generalmente sangriento – fracaso revolucionario.
En las edades más recientes, cada siglo se ha producido al menos un punto de inflexión histórico que sacude a la masa doliente hasta el punto de llevarla a protagonizar una revolución cultural. Tarde o temprano esas asonadas fracasan, pero dejan un poso de cambio. Ahí tenemos la revolución francesa en el siglo XVIII que dio paso a Napoleón, pero fue el fundamento de los derechos humanos y de la búsqueda del conocimiento; la revolución soviética que acabó creando un Putin, pero por medio alumbró la capacidad de lucha del proletariado; o el mayo del 68 con su revuelta imaginativa, o en menor escala el 15M y los movimientos globales en nuestro siglo.
Con las masas sólo se puede hacer pan, pese a lo que dijera Ortega y Gasset, y las masas hoy están cautivas y desarmadas, inertes y amorfas, sumidas en la espiral de silencio reforzada por las normas amordazantes. Recuérdese que la tecnología no determina, sino que posibilita los cambios sociales según las preferencias de la mayoría. No hay una tecnología socialmente revolucionaria si no transporta un mensaje revolucionario, y por ahora, si lo hay no lo he visto.
Por lo tanto, y pese a lo dicho en el párrafo anterior, acabo coincidiendo con el ectoplasma potencial de V.J. en que de momento no hay revolución a la vista, así que mejor vayamos trabajando en la evolución. Por hacer algo. La razón es la enorme inercia de la masa social idiota, capaz de sufrir las políticas hemorroidales con gusto, o cuando menos en silencio.
Les recomiendo que actúen ustedes en cada acción, en cada mínima interacción social, sin perder de vista su utopía personal. Si ello les place más, imiten los modelos a su alcance para mantener la dirección correcta en cada bifurcación. O todavía mejor, destruyan los modelos imperantes y constrúyanse el suyo propio (a mi imagen y semejanza, si necesitan inspiración) para hacer camino al andar, paso a paso, golpe a golpe, verso a verso.
Claro, que también pueden seguir cómodamente por la autopista y achantar con el destino al que les conduzca.
Su perfecto futuro evolutivo, que sabe que lo es,
[1] Al igual que en el escrito del antecesor, también aquí la minúscula es intencionada
[2] Bueno, tampoco exageremos, algunos incluso son doctos profesores.
[3] Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano. http://www.delcastellano.com/2008/07/06/etimologia-de-la-palabra-idiota/
[4] Cito a Jürgen Habermas por si acaso me visitan P.Iglesias (el vivo de la coleta) o Errejón, porque esos son de los que no puntúan un texto si no se cita a Habermas. Quienes estén interesados en este tema (la esfera pública, no el par de jovenzuelos que juegan a ser políticos) pueden visitar en este mismo blog Los cambios en la esfera pública.
[5] Los partidos políticos no publican números precisos, pero es lo que hay. Más información en http://politicahora.es/2015/02/15/cuanto-cuesta-la-militancia-en-los-principales-partidos
[6] Durante un tiempo se insinuó que el PP utilizaba el censo de paganos para blanquear dinero, aunque no haya constancia alguna de que sea así. Antes de reír hagan un sencillo cálculo: supongamos que en realidad tuviese el mismo número de afiliados que el PSOE, eso significa que su exceso es de 660.000 personas, que multiplicados por 20€ supone 13,2 millones. Eso da para unas cuantas campañas electorales autonómicas o unas generales.
[7] Estatofílicos viene aquí de partidarios de lo estático: ni patrás ni palante, que mientras yo mande que no se mueva ni una hoja. Rajoy es el Magister Estaticus por excelencia, de ahí el malentendido de llamarle hombre de estado.
[8] ¿Se pilla el chiste? Acongojados, o sea que se les suben los congojos a la garganta sólo de pensar en tener que aprender algo nuevo.
[9] Un par de consejos gratuitos: barones y baronesa del PSOE, háganse mirar eso de que la gente con trabajo les vote en la misma medida que al partido Popular. Y a la alegre muchachada de Unidos Podemos, ¿qué os pasa con las amas de casa y la ancestral masa jubilar?