Imagen de cabecera: vuelco de memoria de ordenador representada en hexadecimal.
La década prodigiosa en la que la economía viajó de Keynes a Adam Smith (o sea, siglo y medio hacia atrás) finaliza con el colapso del mal llamado socialismo real, simbolizado por el derrumbe del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Por si la presión académica de los Chicago Boy’s y los políticos neocons no fuera suficiente para amenazar el Estado del Bienestar, el sistema ya no tiene nada que temer de las alternativas, porque no las hay. La desregulación del capitalismo vuelve a ser un hecho. Pronto será, además, global.
En este contexto llegan en 1992 dos americanos llamados Al y Bill (o sea, Gore y Clinton) a la presidencia de los EEUU, y se les ocurre impulsar un sistema de autopistas de la información, que se les va por completo de las manos en un solo año.
Junto con Internet, viene un nuevo paradigma tecno-económico llamado Economía del Conocimiento. Sigue siendo economía de mercado, pero ya no está limitada por el espacio y el tiempo. Incluso si me apuran las transacciones financieras ya pueden viajar cómodamente al pasado reciente y al futuro. El conocimiento se convierte en uno de los bienes más valorados.
Pero vienen más evoluciones fulgurantes en el mundo de la computación: la Ley de Moore (que, en realidad, no es una ley) afirma que cada dos años se duplica la capacidad de los chips, manteniendo su precio. Pronto alcanzará sus límites físicos, pero no será en el siglo XX. Los ordenadores abandonan sus inmensas salas para ocupar la superficie de nuestros escritorios.
Estamos en la década de los años 90, en la que se produce la revolución tecnológica de la información. La capacidad de trabajar en tiempo compartido crea crecimientos exponenciales de conocimiento, que llevan a la explosión de otras tecnologías en todos los ámbitos.
Pero ¿cambió la sociedad por ello? ¿O fuimos los mismos, pero con la capacidad de matar marcianitos en ese aparato tan caro que inspiró el aforismo “Errar es humano, pero un error humano no es nada comparado con lo que un ordenador puede hacer si lo intenta”?[i]
Tecnología de la Información y la Comunicación
El progreso tecnológico durante los años 90 fue vertiginoso. En 1991 se aprueba un plan en EEUU, el llamado NII (National Information Infraestructure). Un año después ganan las elecciones estadounidenses Bill Clinton y Al Gore, decididos a implementarlo.
El núcleo del protocolo de comunicación – el posteriormente conocido como TCP/IP – necesario para interconectar sistemas heterogéneos ya existía, pero se mantenía en redes cerradas, como las universidades. NII se propone abrir la comunicación a intereses privados y públicos, enlazando mediante vías rápidas ordenadores, bases de datos, servicios interactivos, redes existentes, y, en definitiva, cuanto sea susceptible de ser conectado. Para ello el proyecto involucra cada sector según su área de experiencia: empresas, gobierno, universidades…[ii] En 1992 ya estaban conectados más de un millón de ordenadores.
Pronto se vio que las fronteras eran incapaces de contener Internet, de modo que en 1993 ya se habla del plan GII (Global Information Infraestructure). Se suman rápidamente los países desarrollados, incluida la UE que desde el primer momento ve la potencialidad de la tecnología, aunque con muy desigual seguimiento por parte de los estados miembros.
En 1993 Jacques Delors, a la sazón presidente de la Comisión Europea, publica el Libro Blanco Crecimiento, Competitividad y Empleo. Retos y Pistas para entrar en el siglo XXI. En el Capítulo 5, Transformación social y nuevas tecnologías, al hablar tanto de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) como de la biotecnología, señala:
“En gran medida, la competitividad de la economía europea dependerá de las condiciones de uso y del desarrollo y aplicación de estas tecnologías. Dado que éstas figuran entre las actividades de mayor crecimiento de los países industrializados, y dado que requieren mano de obra muy especializada, poseen un notable potencial para la generación de empleo, en particular mediante la creación de nuevos servicios.” [iii]
Le sigue un año más tarde otro conocido texto, el informe Bangemann de recomendaciones a la UE. En uno de sus primeros capítulos insiste en las consecuencias de no adoptar las – entonces – nuevas tecnologías:
“Los primeros países en integrarse en la sociedad de la información recogerán los mayores beneficios, pues serán los que establezcan las prioridades que todos los demás deberán seguir. Por el contrario, los países que se limiten a contemporizar o favorezcan soluciones poco decididas podrían enfrentarse en menos de una década a crisis de inversión y dificultades de empleo.”[iv]
Mientras tanto, se había desarrollado una tecnología directamente relacionada, la del procesamiento de datos. A mediados de la década de los 80 IBM, Apple y Microsoft andaban compitiendo por crear un sistema operativo – el motor lógico de cualquier ordenador – capaz de proporcionar una interfaz gráfica para usuarios no profesionales. La primeras versión con los fundamentos de un ordenador personal generalista la lanza IBM con su sistema OS/2 2.0 de 32 bits, pero es Microsoft quien gana la batalla de marketing con su Windows 95, presentado ese mismo año. Windows 95 ya incorpora un navegador, pieza esencial para la comunicación por Internet, el conocido MS-Explorer. Apple mientras tanto, tras muchos problemas, incluidas demandas de plagio perdidas frente a las otras compañías, se especializa con sus Macintosh en procesamiento gráfico.
Casi inmediatamente empiezan a aparecer proveedores de servicios de todo tipo, hasta crear una burbuja de enormes proporciones, que finalmente estalla en 2001, limpiando el mercado de proyectos económicamente inviables.
La década finaliza con una carrera contra reloj para evitar el denominado efecto 2000. Casi seis años de esfuerzos continuados para revisar todos y cada uno de los programas escritos hasta ese momento. Porque había sido tanta la urgencia del desarrollo de aplicaciones que nadie tuvo tiempo de prevenir el cambio de los dos primeros números del año. En los años 80 y principios de los 90, el siglo próximo se preveía muy lejano…
Conocimiento.
Antes de abrir la puerta al modelo económico del conocimiento, creo que sería conveniente acotar qué es tecnología, qué es conocimiento, y cómo se relacionan.
“Llamamos conocimiento al proceso humano y dinámico mediante el cual una creencia deviene en una certeza verificable.”[v]
Aquí se marca la importantísima separación con la materia básica: la información. El conocimiento es un proceso dinámico, que requiere intervención humana, cuyo input es una creencia y el resultado una certeza que cualquiera puede comprobar. No es un libro, ni un papel, es algo que – por ahora – sólo las personas pueden crear.
“La tecnología es el fondo social de conocimiento de las artes industriales, entendidas como actividad económica”[vi]
Queda claro pues que, si bien la tecnología se relaciona con la ciencia, se diferencia en que es un arte industrial y tiene un valor económico cuantificable.
El paradigma técnico-económico resultante se podría definir como:
“El conjunto de interrelaciones entre productos, procesos, técnicas, organización y esquemas directivos, que representan un salto cuantitativo en el potencial de productividad del conjunto de la economía.”[vii]
Y es este punto el que me impulsa a rehuir la denominación de III Revolución Industrial: a diferencia de las anteriores revoluciones, no hay aquí ningún insumo energético diferente – como el carbón en la primera, el petróleo y la electricidad en la segunda – sino algo mucho más intangible: un conjunto de interrelaciones. Conocimiento en definitiva.
Economía
Tanto Bangemann como Delors advertían acerca del valor económico de la aplicación de estas tecnologías, pero algunos países de la UE se lo tomaron con mucha calma, y alguno simplemente no comprendió nada.

Unos países – España sin ir más lejos – adoptaron una perspectiva cuantitativa y promovieron por todos los medios la instalación de infraestructuras y la adquisición de ordenadores, de los que sus destinatarios no supieron obtener beneficio. No entendieron que el valor económico – el conocimiento – requería de personas formadas y capaces de innovar.
Otros confundieron la industria de la tecnología, con la aplicación de la tecnología a la industria, y se produjo la multiplicación sin freno de empresas de desarrollo de software o de telecomunicaciones, que fueron poco a poco eliminadas del mercado por la competencia.
El resultado – para quienes sí pillaron la idea como los EEUU – es que la mitad del valor añadido TIC de toda la OCDE procedía en 1997 de los EEUU, cuando su representación era inferior a un tercio, o que la aplicación de las TIC a la industria explicase entre 0,55 y 0,75 – según el sector – de cada punto porcentual de incremento de productividad de los EEUU en la segunda mitad de los años noventa.[viii] Unos incrementos de productividad muy superiores a los obtenidos por la UE, a pesar de los avisos de Delors y Bangemann.

Por otro lado, la mundialización de la economía se ha transformado en una verdadera globalización de mercancías y capital: han desaparecido el tiempo y las distancias para sus respectivos mercados.
No es así para el mercado de trabajo[ix], lo que provoca nuevas tensiones. La movilidad de la mano de obra sigue siendo reducida, excepto para los empleos surgidos directamente de la nueva economía. Las características sistémicas del mercado ahora apuntan a la flexibilidad laboral, modelos variables, diversidad en las condiciones, individualización de las relaciones entre el capital y la mano de obra, etc.[x] Unas condiciones que, en principio, aplicaban exclusivamente a los empleos nacidos del cambio tecnológico, van poco a poco extendiéndose como una sombra sobre los empleos menos cualificados.
¿Cambió la sociedad?
En esta primera fase de la revolución tecnológica todavía no se advierten grandes cambios en las identidades, aunque vayan apareciendo en el comportamiento grupal. Pero es sobre todo el entramado institucional, político y social el que empieza a licuarse – en expresión de Bauman – para adaptarse a la sociedad que se vislumbra a principios del siglo XXI.
Los Estados-Nación, concepto nacido en el siglo XIX para permitir, primero, y asegurar, después, el continuo desarrollo del capitalismo en sus territorios, pierden el poder que les detraen las grandes empresas, centros financieros globales, y entidades supranacionales. Enfrentados al trilema político de Rodrik[xi], ya no tienen la capacidad de asegurar su soberanía en el territorio, o garantizar los problemas cotidianos de la ciudadanía[xii]. Para salvaguardar, al menos, el poder político, deben decidir si recuperan las competencias cedidas a la ciudadanía o luchan, en una batalla perdida de antemano, contra las fuerzas globalizadoras. Tanto si eligen la una como la otra, la consecuencia es una tendencia a la degeneración de la democracia, como alternativa al reconocimiento de la obsolescencia del Estado-Nación.
Por otro lado, la transformación del mercado laboral empieza a presentar situaciones de incertidumbre y precariedad que dificultan la aplicación de modelos institucionales del pasado. Pero en este estadio aún no se ha completado el cambio, tan sólo se inicia sin que la propia sociedad sea todavía plenamente consciente.

En cuanto a la explosión del conocimiento, llega a todos de forma enormemente desigual, dependiendo de si – en terminología de Prensky[xiii] – son extranjeros, inmigrantes, residentes o nativos en el mundo de la tecnología. Los servicios de las instituciones y empresas que van apareciendo se codifican exclusivamente en el nuevo medio. Mientras, tienden a desaparecer las prestaciones presenciales de servicios, dejando en los márgenes del mundo digital a quienes no pueden, no saben, ni, con frecuencia, quieren entrar en esa terra ignota a la que – todavía – les cuesta tomarse en serio.
Aparecen por tanto nuevas formas de desigualdad. Las brechas ya existentes se ensanchan y profundizan, mientras que los beneficiados por el medio – generalmente nativos o residentes, y en mayor medida de género masculino – disfrutan de los beneficios mirando hacia tecnópolis, que ya está a la vista.
Si tuviese que resumir la situación en el año 2001 en una frase, diría que el modelo social se encuentra inmerso en uno de esos procesos de destrucción creativa tan queridos por Schumpeter, sin que la mayoría de las personas que participan en la destrucción sean, ni remotamente, conscientes de ello. Y eso incluye a muchas de sus instituciones.
Pero de eso hablaremos en próximos capítulos.
Referencias
Bangemann, Martin. (1994). Europa y la sociedad global de la información. Recomendaciones al Consejo Europeo. Obtenido de https://www.adrformacion.com/udsimg/bibliodigi/1/Informe%20Bangemann.pdf
Baumann, Z. (2007). Tiempos líquidos, Vivir en una época de incertidumbre. México D.F.: Tusquets Editores México.
Delors, Jaques. (1993). CRECIMIENTO, COMPETITIVIDAD, EMPLEO. RETOS Y PISTAS PARA ENTRAR EN EL SIGLO XXI. Libro Blanco. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas. Obtenido de http://evalua.catedu.es/documentos/aragon/NormativaVarios/LB1993CrecimientoCompetitividadYEmpleoI.pdf
Rodrik, D. (27 de junio de 2007). The inescapable trilemma of the world economy. Recuperado el 18 de marzo de 2017, de Dani Rodrik’s weblog: http://rodrik.typepad.com/dani_rodriks_weblog/2007/06/the-inescapable.html
Vilaseca i Requena, J., & Torrent i Sellens, J. (2003). El coneixement com a recurs i com a mercaderia. Barcelona: UOC.
Vilaseca i Requena, J., & Torrent i Sellens, J. (2003). La innovació empresarial i el treball en xarxa. Barcelona: UOC.
Vilaseca i Requena, J., & Torrent i Sellens, J. (2003). L’economia i la societat del coneixement. Barcelona: UOC.
Vilaseca i Requena, J., & Vidal Villa, J. (s.f.). La base material del sistema. Barcelona: UOC.
[i] La cita original “‘To err is human’ but a human error is nothing to what a computer can do if it tries.” ha sido atribuida a varias fuentes, incluida una novela de Agatha Christie. Ver al respecto https://quoteinvestigator.com/2010/12/07/foul-computer/
[ii] La historia de Internet ha sido ampliamente divulgada, y puede consultarse para más detalles en Wikipedia, por ejemplo.
[iii] (Delors, Jaques, 1993, pág. 95)
[iv] (Bangemann, Martin, 1994, pág. 4)
[v] Elaboración propia basado en Vilaseca y Torrent, pág. 23
[vi] (Vilaseca i Requena & Torrent i Sellens, El coneixement com a recurs i com a mercaderia, 2003, pág. 8)
[vii] (Vilaseca i Requena & Torrent i Sellens, L’economia i la societat del coneixement, 2003, pág. 14)
[viii] (Vilaseca i Requena & Vidal Villa, La base material del sistema, págs. 51, 14)
[ix] De la transformación de los mercados de trabajo hablaré en un capítulo dedicado al tema, pero eso será más adelante, cuando podamos incluir en la ecuación factores tecnológicos como la Inteligencia Artificial (AI) y la robotización del empleo.
[x] (Vilaseca i Requena & Torrent i Sellens, La innovació empresarial i el treball en xarxa, 2003, pág. 28)
[xi] (Rodrik, 2007)
[xii] (Baumann, 2007)
[xiii] Ver las definiciones en este mismo blog, en el artículo Comunicando: el lenguaje en las plataformas de mensajería instantánea