Ya conocemos los ingredientes de la pócima secreta SPI (Spain Is Different), que consiste básicamente en llegar tarde a casi todo lo que impulsó el progreso en otros lugares: no tuvimos una revolución burguesa triunfante en el siglo XIX, la Primera Revolución Industrial sólo rozó el norte de España, y a la Segunda nos incorporamos – más mal que bien – unos ochenta años tarde, el plan Marshall pasó de largo porque aquí no había amenaza de comunismo[1], y ni nos enteramos de la época dorada de la economía keynesiana.
Además, nuestra segunda adolescencia como nación – pongamos que hablo de la Transición – nos pilló llenos de vicios difíciles de desarraigar, como la corrupción y la prepotencia de una clase política con los pies hundidos en el barro.
Atribuyen a Maurice Chevalier una cita que viene a cuento: “envejecer no es tan malo si tienes en cuenta la alternativa”. Es en este contexto – teniendo en cuenta las alternativas a finales de los años 70 – que puedo afirmar que, partiendo de estos antecedentes, no nos ha ido del todo mal.
Aunque hubiese estado bien que, siendo ya una democracia liberal razonablemente consolidada en los 90, nos hubiésemos subido al tren tecnológico, y, de paso, nos hubiésemos deshecho de la mentalidad empresarial mesozoica[2]. Lo hicimos a medias, como sin ganas, y así pudimos verificar empíricamente los pronósticos del informe Bangemann y del libro blanco de Delors: desempleo y déficit inversor. Probablemente nos pudo el arraigado pensamiento “que inventen ellos” de Unamuno, que, en realidad, procede de la época feudal.
Ahora bien, ignorar los cambios en un mundo globalizado no impide que nos impacten sus consecuencias, de modo que las instituciones se adaptan al entorno cambiante, y la sociedad se acaba licuando. De las novedades de la década actual hablamos en este quinto y último capítulo. Queda responder a la pregunta del título: y ahora, ¿qué? Ya advierto de antemano que mi optimismo es escaso.
Antes de seguir, recordad que una de las características de la comunicación en la sociedad actual es la capacidad del individuo de escuchar tan sólo aquello que encaja en su marco de referencias. En redes sociales, sólo escuchamos a quienes opinan como nosotros, reforzando nuestras creencias, y nos hemos dotado de herramientas para evitar la interacción casual que no podemos controlar a priori. Lo mismo sucede con quienes no están conectados a redes virtuales, que no pueden establecer contacto con los nodos de la red porque éstos están muy ocupados comunicando desde sus smartphones.
Otra característica es la reducción del tiempo de atención. Rara vez leemos – salvo los desviados sociales, naturalmente – más allá de los titulares de la noticia. No sólo en redes sociales, donde la síntesis parece necesaria, sino también en los medios online. Eso nos permite obtener muchos bocados de información en poco tiempo, a cambio de muy poca reflexión.

Mientras la tecnología nos lleva hacia una nueva civilización, ¿qué hacen los estados-nación? Se esfuerzan en burlar el trilema de Rodrik[3], ese que dice que de tres opciones – globalización económica, soberanía nacional, y democracia política – sólo dos son posibles simultáneamente. Pues están resucitando fantasmas del pasado. Viejas ideas – que ya fueron malas en su origen – han regresado, multiplicadas no sólo por los medios de comunicación de la Sociedad-red, sino también por nuevas prácticas comunicativas.
El trabajo fluido.
En un libro de economía del conocimiento de principios de este siglo, ya se definían las características del empleo como formado por “modelos de trabajo variables, diversidad en las condiciones de trabajo e individualización de las relaciones laborales”[4]. Esta definición explica por qué el mercado laboral está sufriendo fuertes tensiones, debido a su incapacidad para adaptarse al ritmo cambiante de los mercados financieros y de mercancías.
Sumando las medidas adoptadas por las autoridades siguiendo los principios de responsabilidad individual – cada cual es el artífice de su triunfo o fracaso – y de flexibilidad del empleo en la nueva economía, obtenemos un mercado laboral subjetivamente fluido, con empleos que se escapan entre los dedos.
Así aparece un nuevo modelo – en realidad, interclasista – que Guy Standing define como una nueva clase laboral – el precariado[5] – que procede de la licuefacción del proletariado y de las clases medias. La característica fundamental es la incertidumbre ante la posibilidad de conseguir sólo contratos breves para los que se está, con frecuencia, sobrecualificado, porque el ascensor social de la educación ha dejado de funcionar[6].
Además, existe un problema de base en la economía española, y es la temporalidad que justifica el exagerado comportamiento procíclico de nuestro mercado laboral: cuando las cosas van mal, se pierde empleo con mucha rapidez, cuando van bien se crea rápidamente empleo, pero más precario que el perdido. El conjunto lleva a una bolsa potencial de desempleo de casi ocho millones de personas[15] en riesgo cada vez que la economía estornuda.
Esta cifra máxima representaría una tasa de desempleo del 35%, lo que es bastante improbable, pero el dato realmente preocupante es que la tasa de desempleo estructural – me resisto a llamarla por el nombre oficial que le puso Fieldman de tasa de desempleo natural – en España era del 22,7% en 1996, frente al 10,8% de Alemania, 6,1% de Austria, 11,4% de Francia[15b]. En 2016 el banco de España situaba este ratio de desempleo estructural en torno al 18%. No es por tanto un problema coyuntural, que ya pasaría, sino estructural: nuestra economía no es capaz de bajar el desempleo de dos cifras, excepto en épocas burbujeantes.

Siendo el mercado laboral el principal proveedor de ingresos para clases medias y bajas, esta incertidumbre se traslada a cualquier decisión vital: formar una familia, comprar una vivienda, afiliarse a un colectivo, …. Tanto la perplejidad ante el cambio, como la incertidumbre ante el futuro a corto plazo, acaban aplazando cualquier decisión. Muchos de los aspectos de la vida en sociedad también se acabarán licuando.
Consumidores de instituciones viscosas.
Una institución es el resultante de la objetivación de una construcción social en torno a un hecho subjetivo. El tocho que acabo de soltar significa, por ejemplo, que si existe consenso acerca de qué es una familia, el siguiente paso es objetivarlo y definir qué es la familia. De ese modo, los sectores más conservadores se lanzarán a reducir el concepto – hombre+mujer+hijos – mientras sectores progresistas tratarán de ampliarlo.
Pero la institución de la familia se ha tornado mucho más flexible, pese a las diatribas conservadoras. No sólo cualitativamente, sino también cuantitativamente. Muchas familias han tomado duras decisiones ante el entorno precario[7], una realidad a las que las familais tradicionales no han podido oponer resistencia, permitiendo el cambio de la moral y debilitando – aún más -la influencia religiosa.

Pero no sólo ha cambiado la familia, la transformación más profunda ha sido la de nuestra mirada hacia las instituciones antaño más sólidas. Responsabilizados de nuestra propia suerte, demandamos al estado que nos proporcione servicios, que sea eficiente. Así se ha acabado por invadir la esfera pública de demandas privadas. Cito a Bauman:
“Lo público se encuentra colonizado por lo privado. El interés público se limita a la curiosidad por la vida privada de las figuras públicas, y el arte de la vida pública queda reducido a la exhibición pública de asuntos privados y a confesiones públicas de sentimientos privados (cuanto más íntimos mejor). Los “temas públicos” que se resisten a esa reducción se transforman en algo incomprensible”.[8]
Pero no sólo las figuras públicas se ven escudriñadas en la esfera pública, algo similar ocurre con las asociaciones y grupos, otrora sólidos. Los sindicatos son una fuente de servicios de asesoría laboral con una tasa de afiliación en mínimos, y otro tanto ocurre con los partidos políticos, o cualquier otra actividad que no esté relacionada con el ocio.
La tendencia general es a la banalización de las instituciones, lo que a su vez facilita que el poder actúe con una mínima supervisión efectiva de sus administrados, más allá de la prestación de servicios al individuo.
La comunicación política.
Conocedores de estos cambios en nuestros hábitos, las propagandas políticas han creado herramientas de gran potencial.
Al hablar de post-verdad[9] en 2017, empezaba recordando que Maquiavelo recomendaba el engaño ante la constatación de que quienes lo utilizaron “han acabado triunfando de los que se fundaban en la lealtad… Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.”[10]
Y los artistas de la post-verdad lo han comprendido. Puesto que el contenido de los mensajes políticos, por su brevedad y estilo, se asimila fácilmente al formato de los titulares leídos o escuchados en la red, no resulta en absoluto disonante. Al dirigirse a las emociones en lugar de hacerlo a la mente, facilita que el receptor acepte el mensaje con mayor facilidad, utilizando para ello su sistema heurístico[11], sin implicar la lógica que desenmascararía la falsedad del contenido a cambio de un cierto esfuerzo mental. Ya sólo falta repetirlo con suficiente frecuencia para acabe incorporándose a la doxa[12] y resulte en una verdad incuestionada.
La segunda herramienta consiste en restar validez a quienes procuren dirigirse a la racionalidad. Existen ya softwares capaces de manipular grabaciones de vídeo y audio ficticios, de modo que parezcan creíbles[13]. Cuando este tipo de mensajes se extiende, a medida que los bulos se van desvelando, crece la desconfianza ante mensajes verdaderos. Es así como Trump puede hablar tranquilamente de fake news sin despeinarse – es un decir – cuando las noticias negativas le afectan, porque su entorno ha lanzado suficientes engaños para erosionar la credibilidad de los medios sólidos que podrían hacerle daño.
Ya sólo queda segmentar la audiencia para maximizar el impacto en base a la probabilidad de aceptación del mensaje. Es lo que hizo Cambridge Analytica en 2014[14] de forma fraudulenta, o explotan las empresas que venden falsos followers en Twitter, pero que nadie se llame a engaño: la segmentación de la audiencia para publicidad es la base del negocio de las redes sociales. Y es totalmente legal.
Las brechas.
Obviamente, tanta fluidez ha terminado por crear grandes brechas. El problema ahora es que éstas se difuminan y no aparecen con claridad a ojos de la sociedad. Por ejemplo, la brecha de género ya no es algo concreto y tangible, como el sufragio de las mujeres o su acceso al trabajo, ha pasado a ser algo relativo: cobran más o menos, hay acoso sexual en el trabajo o es simplemente una prolongación de pautas sociales, … Otro tanto cabría decir de abismos incluso más etéreos, como la brecha digital de género.

Y, sin embargo, estemos en la orilla que estemos del abismo, siempre nos termina por afectar porque los bordes son cambiantes. Tanto da que, por ejemplo, decidamos no utilizar redes sociales, en ellas se seguirá hablando de nosotros, y las opiniones vertidas acabarán afectando a nuestra imagen social, cuando no a nuestra reputación.
Y ahora, ¿qué?
Lo explicado hasta ahora significa simplemente que la sociedad está evolucionando hacia algo distinto, y que está en nuestras manos cambiarlo, o seguir la deriva que nos marque el poder en cualquiera de sus vertientes.
En lo que respecta al trabajo, es de prever un progreso hacia la pérdida de la ya insuficiente viscosidad del mercado. La aplicación del modelo de Industria 4.0 – robotización, Internet de las cosas – tornará innecesarios aproximadamente un tercio de los actuales puestos de trabajo hacia 2030. Por supuesto, creará otros, pero mucho más especializados, lo que impactará sin duda sobre los trabajadores de baja cualificación. Es decir, sobre los sospechosos habituales de fracasar en la búsqueda de empleo.

En cuanto a la sociedad, podemos prever que continuará la tendencia hacia la individualización de las decisiones, forzando la obsolescencia de las organizaciones supervivientes de principios del siglo XX, como los sindicatos o los partidos políticos. Eso no quiere decir que vayan a desaparecer, pero para sobrevivir deberán aceptar su escasa afiliación y convertirse en proveedores de servicios. La alternativa sería un cambio profundo en su organización y estructura, cosa de la que, por ahora, no hay previsiones.
En cambio, la política profesionalizada, tal y como la entendíamos a principios de siglo, se reforzará tras su divorcio del poder efectivo. Ese refuerzo encaminado a la supervivencia del actual sistema de estados-nación[16] tiende a impulsar un imposible regreso a un pasado de cariz neo-imperialista, mediante el renacimiento de los ultranacionalismos que condujeron a las múltiples guerras coloniales de los siglos XIX y XX[17]. Es obvio que no repetirán el mismo formato, pero ¿realmente podemos clasificar de otra forma la actual – y ya casi marginada en los medios – guerra de Siria[18], por poner un ejemplo?

Concluyo que, teniendo en cuenta el crecimiento del consumo de energía, la tendencia industrial a incrementar la explotación de recursos energéticos cada vez más escasos, la desigualdad, la inestabilidad económica, y las tendencias políticas, sólo son posibles dos soluciones a la pregunta: un colapso de la actual civilización, y vaya usted a saber en qué posible escenario caemos, o el establecimiento de economías duales, ambos en un plazo inferior a treinta años. Todo ello sin tener en cuenta las advertencias que nos dejó Stephen Hawking respecto de salir al espacio, o extinguirnos.
Me ratifico por tanto en mis conclusiones sobre el futuro de la actual civilización, y, mientras tanto, decidamos si aceptamos el fatalismo o luchamos por reconducir el mundo, que todavía es posible (por más improbable que resulte).
PS.– Ya había terminado de escribir el texto, cuando cayó en mis ojos un artículo sobre los contenidos del Lazarillo de Torpes. Hubiese pasado como otra recopilación de tonterías del tipo de las Antologías del disparate de mis años mozos, cuando caí en la cuenta: estos jovenzuelos que describen al Homo Eructus de las tabernas, o asumen que las pirámides egipcias fueron diseñadas por arquitectos alemanes, gobernarán el mundo dentro de quince a veinte años. Yo ya no estaré, pero vosotros sí, de modo que aquí os dejo esta reflexión, haced con ella lo que gustéis.
Referencias
Amón, R. (17 de noviembre de 2016). ‘Posverdad’, palabra del año. El País Internacional. Recuperado el 18 de marzo de 2017, de http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/16/actualidad/1479316268_308549.html
Bangemann, Martin. (1994). Europa y la sociedad global de la información. Recomendaciones al Consejo Europeo. Obtenido de https://www.adrformacion.com/udsimg/bibliodigi/1/Informe%20Bangemann.pdf
Bauman, Z. (2017). Modernidad líquida. FOND1|#Fondo de Cultura Económica.
Baumann, Z. (2007). Tiempos líquidos, Vivir en una época de incertidumbre. México D.F.: Tusquets Editores México.
Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona: EDITORIAL ANAGRAMA, S.A. Recuperado el 26 de noviembre de 2017, de https://sociologiaycultura.files.wordpress.com/2014/02/bordieu-pierre-la-dominacion-masculina.pdf
Cuadrado, P., & Moral-Benito, E. (2016). El crecimiento potencial de la economía española 2016. Obtenido de Banco de España – Eurosistema: https://www.bde.es/f/webbde/SES/Secciones/Publicaciones/PublicacionesSeriadas/DocumentosOcasionales/16/Fich/do1603.pdf
Delors, Jaques. (1993). CRECIMIENTO, COMPETITIVIDAD, EMPLEO. RETOS Y PISTAS PARA ENTRAR EN EL SIGLO XXI. Libro Blanco. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas. Obtenido de http://evalua.catedu.es/documentos/aragon/NormativaVarios/LB1993CrecimientoCompetitividadYEmpleoI.pdf
Estefanía, J. (2011). La economía del miedo. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Muñoz de Bustillo Llorente, R. (2000). Retos y restricciones del estado del bienestar en el cambio de siglo. Madrid: Alianza editorial.
[1] Las principales razones por la que los EEUU pusieron en marcha el Plan Marshall fueron la necesidad de disponer de un mercado en el que vender sus productos, y para eso necesitaban una Europa recuperada, y la tendencia del voto comunista: en 1946 el Partido Comunista de Francia obtiene el 28,6% de los votos, en Italia comunistas y socialistas suman el 40% de los sufragios. (Muñoz de Bustillo Llorente, 2000, pág. 29)
[2] Mesozoico, o Era Secundaria, más conocida por ser la era de los dinosaurios.
[3] El trilema de Rodrik puede leerse en su versión original en el blog del economista, aunque ahora se está viendo desafiado por los nuevos movimientos ultranacionalistas (Trump el primero, pero no sólo él) que aspiran a refundir los tres lados del triángulo en el único punto de la soberanía nacional. Ver, por ejemplo, el artículo de Andrés Ortega La voladura del trilema de Rodrik.
[4] (Vilaseca i Requena & Torrent i Sellens, La innovació empresarial i el treball en xarxa, 2003)
[5] Ver al respecto las referencias de un artículo de 2015: El trabajo en la sociedad de la información.
[6] (Estefanía, 2011)
[7] En 2005 se introdujo una serie de cambios en el procedimiento de divorcio, que ahora permitirá la demanda sólo con que uno de los cónyuges lo solicite, sin necesidad de separación previa. Se produjo un incremento importante de la tasa de divorcios del 1,67 al 2,86%, estabilizándose en 2,12% a partir de 2009. No es por tanto la tasa de divorcios la que actúa sobre la crisis de nupcialidad, sino –interpretación propia – la falta de circunstancias que permitan la unión a largo plazo. Fuente: INE.
[8] (Bauman, 2017)
[9] La definición de post-verdad puede encontrarse en Amón (2017): es un indicador de “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal” (Amón, 2017).
[10] Maquiavelo, 1513: cap. XVIII.
[11] Cuando hablé de los sesgos heurísticos en 2016, definía esta mecánica de toma de decisiones como metodologías no basadas en el procesamiento secuencial – por pasos ordenados – de la información, sino a aquellos métodos de resolución de problemas mediante reglas y atajos mentales.
[12] En el sentido planteado por Bourdieu (La dominación masculina, 2000, pág. 49), ese sentido común del discurso hegemónico, compuesto de ideologías y consensos no cuestionados.
[13] Que se lo digan a Scarlet Johansson, o al emir de Qatar. (Naïm, 2018)
[14] Para leer más sobre este fraude en particular, recomiendo el artículo La empresa que explotó millones de datos de usuarios de Facebook del NY Times: https://www.nytimes.com/es/2018/03/20/cambridge-analytica-facebook/
[15] Datos obtenidos de las estadísticas del MITRAMISS y del INE, respectivamente: 4.357.000 contratos temporales, y 3.490.100 desempleados.
[15b] Para más información sobre la tasa de paro natural, estructural, o NAIRU, recomiendo leer el capítulo 3 del artículo del Banco de España EL CRECIMIENTO POTENCIAL DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA 2016.
[16] Sobre el nacimiento del concepto de estado nación, recomiendo leer un artículo anterior: El siglo XIX: y llegó la modernidad.
[17] Para más información sobre la época, puede consultarse el artículo sobre el período El descrédito de la Europa ilustrada: el reparto del pastel colonial.
[18] Aunque no directamente sobre la guerra de Siria, hablé de las razones que han generado la crisis de refugiados desde las perspectivas económicas, políticas e históricas.