Cuando estudias Ciencias Sociales, tarde o temprano tropiezas con algún alarde futurista de los tecnoptimistas. Lo cual no deja de ser esperable, porque viven de ello: si, por ejemplo, para evitar el cambio climático fuese necesario renunciar a parte del consumo de productos tecnológicos, estos tipos se quedarían sin su brillante medio de vida.
Para la presentación de un trabajo académico me tocó tragarme esta charla:
Estoy convencido de que, efectivamente, esa es la dirección en la que vamos – la inmensa mayoría de la humanidad vivienda en enormes megaciudades conectadas -, pero también que ello supondrá un empeoramiento en las condiciones de desigualdad, y un serio conflicto energético y alimenticio.
Por poner un ejemplo, la ciudad de Madrid necesita de la superficie equivalente a cuatro capitales de provincia para alimentarse. ¿Es sostenible? ¿Qué pasa si, por ejemplo, debido a un conflicto en Oriente medio, el precio del petróleo se cuadruplicase (exactamente lo que ocurrió en 1973 a escala mundial)? ¿A qué precio se pondrían los alimentos? ¿Podrían pagarlo todos los habitantes de la ciudad? Y eso teniendo en cuenta que Madrid, ni es una megaciudad, ni es tampoco una ciudad global.
Sin duda este tema daría para un debate profundo, pero de momento tan sólo quería dejar aquí una introducción al tema, y ya de paso hablar del espacio periurbano, ése que ya no es ciudad, todavía no es campo, y vaya usted a saber las amenazas que penden sobre él.
Economía-red y TIC.
En el paradigma económico global aparece el concepto de empresa-red, no centrado necesariamente en expansión territorial, sino en relaciones con otras empresas proveedoras, productoras, normalizadoras, tecnológicas y, por supuesto, de clientes (Ortíz del Amo & Welp, 2013, págs. 117-118). Este modelo de empresa se inserta a su vez en redes de negocio que, en palabras de Saskia Sassen (2003) “en parte originan y asimismo se benefician de las economías de aglomeración”.
El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han posibilitado la aparición de las redes de negocios. Ahora bien, la tecnología no determina, sino que son los propios actores interesados en que el cambio se produzca quienes actúan como agentes (Ortíz del Amo & Welp, 2013, pág. 13). Creo importante recalcar este punto porque justifica en una proporción relevante las razones para la concentración de servicios y facilidades en ciudades, pese a la potencial neutralización de espacio y tiempo que proporciona la tecnología.
La tendencia a la concentración, en espacios delimitados, de los proveedores de estos servicios especializados y complejos que conforman la red de las empresas, es lo que define las ciudades globales.
Ciudades globalizadas y globales
Lo que caracteriza a las ciudades globalizadas es su condición de referentes en la red global en algún área – económica, arquitectónica, o cultural -, pero sobre todo la capacidad de atraer agentes de gran peso en la economía mundial, junto con grandes flujos financieros y organizativos. Dentro de este grupo de ciudades globalizadas, consideramos ciudades globales a aquellas que, por su condición estratégica y la concentración de funciones de control, representan un riesgo significativo para los flujos económicos globales (Duarte & Ultramari, 2007).
Estas ciudades globales, o mundiales, suelen ser megaciudades de más de 10 millones de habitantes (Cebollada, Dot, & Vera), pero no todas las megalópolis, ni las capitales nacionales o regionales, disponen de la capacidad de atraer altos niveles de flujos financieros y funciones de control. Por ejemplo, Nueva York, que acostumbra a aparecer la primera en las listas de ciudades globales, no es la capital de EEUU, y Hong Kong, una ciudad estratégica, no es una megaciudad por población[1].
Jerarquía de ciudades.
Para ordenar el peso de las ciudades en un determinado ámbito, se construyen jerarquías de diversos tipos en base a criterios cuantitativos, con mayor frecuencia, o cualitativos.
Cualitativamente pueden utilizarse criterios étnicos o sociales, de movilidad, etc. Por ejemplo, Cebollada, Dot y Vera (Geografía urbana, págs. 44-47) proponen algunas herramientas de análisis de la estructura urbana que nos permiten valorar la relación entre ciudades de un determinado ámbito, territorial o sectorial, en base a criterios de población real comparada con la estimada de acuerdo con el rango. A partir de este criterio pueden analizarse las desviaciones para situar la posición según rango-tamaño.
Sin embargo, en el caso de las ciudades globales, son más frecuentes los criterios basados en aquello que valoriza un nodo reticular: el número de relaciones, o la capacidad de generar nuevos flujos a medida que se necesitan. Por ejemplo, es posible medir la facilidad de desplazamiento físico mediante la existencia de enlaces aéreos, tráfico de pasajeros, capacidad de transporte ferroviario rápido y eficiente, etc. O basarnos en la capacidad para desplazar – y concentrar – capitales mediante sistemas que faciliten su hipermovilidad (Sassen, 2003).
Incluso a nivel de arquitectura, destacan los distritos financieros en las ciudades globalizadas. En la foto, la City de Londres, contrastando con la ciudad histórica y residencial.
Comparando las jerarquías obtenidas según los diversos criterios, es posible establecer agrupaciones:
- Las ciudades globales tienden a la elasticidad, y a ser multifactoriales. Esto es, con independencia del método utilizado y del período en que se mide, hay ciudades que siempre aparecen en la parte superior de la escala.
- Un segundo grupo de ciudades globalizadas, aunque no globales, obtienen altas puntuaciones, pero eventualmente pueden bajar en algunos criterios. Suelen estar más relacionadas con economías nacionales o regionales.
- En un momento determinado, alguna ciudad puede estar inmersa en una muestra de oportunidad – se celebra algún acontecimiento de interés global limitado en el tiempo (Duarte & Ultramari, 2007)-, aunque no necesariamente mantiene el rango con posterioridad. Con frecuencia, son ciudades importantes para sus regiones, pero no necesariamente a nivel global. O carecen de productores de servicios altamente cualificados, necesarios para los nodos de comando de las redes de negocios transnacionales.
Espacios periurbanos: conflictos en las áreas de expansión urbanas.
Definición de espacios periurbanos.
Las diferencias entre el mundo rural y el urbano tienden actualmente a desparecer, a conformar limites difusos entre ambos contextos. Por tanto, no es fácil concretar una definición debido a la ambigüedad de sus límites. Sempere y Tulla (2008) lo definen como “el espacio de transición donde se superponen varias franjas que van de una mayor a una menor ruralidad, en función de la distancia a la ciudad central”. Barsky (2009) habla de “un territorio productivo, residencial y de servicios que se desarrolla en el contorno de las ciudades”, o de territorio transicional, entendido como “borde sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad”.
Incorpora algunos rasgos característicos (Sempere Roig & Tulla i Pujol, 2008, págs. 131, 133):
- Cambios en las estructuras físicas y en el uso del suelo.
- Crecimiento de la demanda de terreno y del precio del suelo.
- Cambios en las condiciones de comercialización de productos agropecuarios en mercados de cercanía.
- Modificación del medio ambiente.
- Rendimientos competitivos con los de zonas urbanas o industrial para evitar recalificaciones.
- Posibilidad de abandonar el trabajo en el sector primario gracias a la cercanía a la ciudad.
Localización del espacio periurbano.
Sempere y Tulla (2008) mencionan la clasificación de la agricultura periurbana según la OCDE en un radio de 20 kilómetros desde el centro de ciudades de más de 200.000 habitantes, o de la mitad si habitan la ciudad entre 50.000 y 100.000 personas. Ahora bien, estos límites son necesariamente aproximados como resultados del concepto de ciudad difusa. Por ejemplo, Barsky sitúa los bordes del periurbano de la ciudad de Buenos Aires entre 30 y 90 kilómetros desde su centro, extendidos en cuatro coronas (Barsky, 2009, págs. 16, 20).
Es decir, ese mosaico discontinuo de espacios autónomos intersticiales que se inician en las zonas rurales con influencia de la ciudad central, hasta la línea del frente del proceso urbanizador (Hernández Puig, 2016).
Propongo, por tanto, definir el espacio periurbano como el área de proyección de la ciudad en la que se pierde gradualmente intensidad urbanizadora – desde el espacio totalmente antropizado, en términos de Barsky (2009) – en favor de un nivel creciente de ruralización. Se extiende en la periferia de ciudades de tamaño relativamente grande – Barsky (2009) menciona un mínimo de 250.000 habitantes para Argentina – hasta una distancia en la que las características del entorno son ya de naturaleza rural, y la dependencia respecto de la ciudad central no es fácilmente perceptible en los contextos social, comercial, laboral y demográfico.
Vista desde el parque agrario del Baix Llobregat, en el área periurbana de la Región metropolitana de Barcelona. Es evidente la presión antropizadora urbana sobre el medio rural.
Fuente: http://www.elpuntavui.cat/article/4-economia/18-economia/667895-protegir-el-sol-agrari.html
Conflictos generados en el espacio periurbano.
Siendo el área periurbana un espacio de transición, surgen necesariamente conflictos entre las tendencias expansivas de la urbanización, y la necesidad de equipamientos multifuncionales que provean un mercado de cercanía. Estos conflictos se plantearán con mayor o menor intensidad en función de la distancia hasta la ciudad, de su situación en la sombra urbana (Sempere Roig & Tulla i Pujol, 2008, pág. 129), y de la intensidad del proceso de metropolización (Cebollada, Dot, & Vera).
Por ejemplo, en el marco territorial catalán, el Departamento de Agricultura, Ganadería y Pesca (DARP) identifica algunos de los impactos de la urbanización e industrialización presentes a las ciudades sobre la infraestructura agraria: alteración de la calidad y disponibilidad de agua para riego, deterioro de las redes de caminos y drenajes, aumento del valor del terreno, robos y otros daños por la irrupción de personas ajenas al espacio agrícola (Sempere Roig & Tulla i Pujol, 2008, pág. 132).
Debido al modelo de financiación de los municipios, muy dependiente de la especulación urbanística, la regulación de infraestructuras tiende a priorizar, en detrimento del uso agrario, la habilitación de espacios para uso urbano – tanto residencial como de equipamientos -, industrial y de servicios. En consecuencia, el rendimiento de las zonas agrarias periurbanas debe superar el valor que supondría dedicar la tierra a otros usos, llevando a un doble mercado del terreno, en parte especulativo cuando la superficie es susceptible de urbanización (Sempere Roig & Tulla i Pujol, 2008, págs. 133, 141).
A su vez, este doble valor del terreno, en el que el proceso de extensión urbana tiende a inflar los precios de la tierra, suele provocar conflictos con los intereses de los propietarios cuando se regula el espacio como no urbanizable – es decir, en negativo – impidiendo los beneficios especulativos y el abandono de la actividad agraria, menos rentable.
Otra fuente de conflictos es la que mencionan Sempere y Tulla (2008) con los términos de rurbanización o contraurbanización: la creación de zonas urbanizadas en el espacio periurbano para trabajadores que se desplazan a la ciudad por razones laborales, y la tendencia de profesionales urbanos a desplazar su lugar de residencia a zonas rurales para mejorar la calidad de vida del entorno residencial. Ambos procesos implican la necesidad de crear vías de comunicación de cercanía, intraperiurbanas, que tienden a fragmentar aún más el mosaico del que hablaba Hernández Puig (2016), añadiendo complejidad a la ordenación territorial, dividiendo y aislando el espacio agrícola.
Por último, Barsky (2009) menciona las dinámicas migratorias, en las que determinadas zonas del periurbano son ocupadas por grupos con orígenes – y, por tanto, culturas – diferenciadas. Un ejemplo inmediato en el área metropolitana de Barcelona sería la zona del Baix Llobregat, o el barrio de la Zona Franca, con una población procedente de la inmigración de los años 60 del siglo pasado.
Todo ello sin olvidar el establecimiento de refugiados urbanos en espacios no planificados. La imagen misma de la desigualdad urbana:

Fuente Urbanismos Amables: https://sonparques.blogspot.com/2018/03/slum-favelas-chabolas-tugurios-barrios.html
La web donde se publicó esta fotografía no identifica la ciudad concreta a la que corresponde, pero podría ser un Slum en la India, o una Favela en Brasil. Como dice el autor del artículo que la foto encabeza – “Slum, favelas, chabolas, tugurios. Barrios antisociales” – no importa, porque es el mismo tipo de barrio, de urbanismo descontrolado, cualquiera que sea el continente.
También representa un viaje en el tiempo el de estos habitáculos frágiles, sin servicios de agua potable, recogida de basuras, equipamientos, … tal y como podía representarse la vida del ciudadano medio en la Edad Media europea. Un contraste secular con la gran ciudad al fondo, con altos edificios, jardines y probablemente un centro financiero aún más espectacular por lo moderno.
La he elegido porque creo que es una llamada a la realidad tras leer los estudios sociales que hablan de tecnología, negocio, trabajo de alta cualificación, negocio, conexiones, globalidad, … y sólo mencionan de pasada las derivadas del sistema basadas en la desigualdad y la divergencia económica. Proporciona una sacudida que visualiza la dualidad del sistema, progresando a una velocidad exponencialmente creciente en su vertiente actual, mientras convive con un urbanismo espontáneo, en condiciones localizadas siglos atrás, en el pasado. Una dualidad en la que tiende a incrementarse, también exponencialmente, la divergencia en las formas de vida.
[1] 7,4 millones de habitantes según el Banco Mundial. No alcanza por tanto los 10 millones de la definición.
[2] La página base y descripción de las categorías puede encontrarse en la web de la Universidad de Loughborough: https://www.lboro.ac.uk/gawc/gawcworlds.html
[3] Para mayor detalle, puede consultarse el informe de 2018: https://www.atkearney.com/2018-global-cities-report
Referencias y bibliografía
Barsky, A. (2009). La agricultura de “cercanías” a la ciudad y los ciclos del territorio periurbano. Reflexiones sobre el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires. En A. Svetlitza de Nemirovsky, Globalización y agricultura periurbana en la Argentina. Escenarios, recorridos y problemas. (págs. 15-29). Buenos Aires: Maestría en Estudios Sociales Agrarios, FLACSO.
Cebollada, Á., Dot, E., & Vera, A. (s.f.). Geografía urbana. Barcelona: UOC.
Duarte, F., & Ultramari, C. (20 de agosto de 2007). Inflexiones urbanas y ciudades globales: evidencias y jerarquías. Revista bibliográfica de geografía y ciencias sociales, XII(743).
Hernández Puig, S. (25 de mayo de 2016). El periurbano, un espacio estratégico de oportunidad. REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES, XX!(1.160). Recuperado el 4 de abril de 2019, de http://www.ub.edu/geocrit/b3w-1160.pdf
Ortíz del Amo, M., & Welp, Y. (2013). Sociedad red: Estado, economía y sociedad en la era de la información. Barcelona: UOC.
Sassen, S. (1998). Ciudades en la economía global: enfoques teóricos y metodlógicos. Revista eure, 5-25.
Sassen, S. (2003). Localizando ciudades en circuitos globales. Revista eure, 5-27.
Sempere Roig, J., & Tulla i Pujol, A. F. (2008). El debat teòric sobre el periurbà i la concreció d’un planejament urbanístic en un entorn complex: el cas de Barcelona i Tolosa. Doc. Anàl. Geogr.(52), 125-144. Obtenido de https://www.researchgate.net/publication/39576758_El_debat_teoric_sobre_el_periurba_i_la_concrecio_d’un_planejament_urbanistic_en_un_entorn_complex_el_cas_de_Barcelona_i_Tolosa