(4) Instituciones para llevarse bien.

Los asentamientos humanos agrícolas y ganaderos empezaron a crecer, sobrepasando el límite de la capacidad del cotilleo, que había resultado tan adecuado para los cazadores-recolectores. ¿Cómo se mantuvo firme la sociedad? Mediante la consolidación de un elemento que se transformará en básico: la cultura, fundamentada en la compartición de mitos, relatos, leyendas, rituales, y su posterior institucionalización en algo sólido e inamovible. Ejemplos clásicos de instituciones son la monarquía y la religión.


Pero quizás sea conveniente explicar cómo funciona esto de las instituciones. Supongamos que dos grupos de humanos confluyen en un valle fértil, y no están tan distanciados como para no entenderse entre ellos. Tarde o temprano tendrán que establecer unas normas comunes de convivencia. Podría ocurrir algo así como que dos chamanes se encontrasen en el río, y sostuvieran un diálogo de este cariz.

  • Nuestro dios hizo el mundo en seis días, de un tirón y sin descansar.
  • Pues el nuestro hizo el mundo en ocho días, y descansó uno.
  • ¡Aleluya! ¡Loado sea el Dios que hizo el mundo en siete días descansando uno!
  • Por cierto, ¿en tu pueblo también la están diñando feligreses que comen cerdo?
  • Pues sí, ¿en el tuyo también?
  • Sí, a puñados.
  • ¿Y qué te ha dicho Dios al respecto?
  • Que el cerdo es impuro y no hay que comerlo.
  • Eso mismo me dijo a mí.
  • Pues nada, prohibido el cerdo.
  • Pues eso. Total, los chamanes somos veganos…
  • Pues eso.

Cincuenta años más tarde los habitantes del valle tendrán interiorizado que Dios hizo el mundo en siete días descansando el último, y que el cerdo es un animal impuro que Dios prohíbe comer. Imaginemos otra escena cincuenta años más tarde.

  • Oh, Gran Sacerdote, he viajado hasta el valle de al lado y allí se ponen ciegos a chorizos y torreznos.
  • ¡Herejes! ¡Anatema! ¡Ya dijo el profeta que el cerdo es un animal impuro, y no hay que comerlo por designio divino! ¡Herejes!…
  • Pues bien rico que está. Sobre todo los torreznos, bien crujientes…
  • ¡Prendedlo y quemadlo por hereje!

Vemos que lo que se dictó en un momento dado por una razón concreta, tras varias generaciones socializadas en ese mensaje, se convierte en una norma objetiva, y cualquiera que diga lo contrario a) está equivocado, b) hay que estar loco para equivocarse, y c) hay que quitarlo de en medio para que no propague su enfermedad mental. ¿Por qué reaccionáis de forma tan drástica? Sencillo: si el de al lado tiene razón, vosotros estaréis equivocados, y eso no puede ser porque se acaba el chollo.

Así se convierten en instituciones objetivas, que son vistas como una realidad externa al individuo, con autoridad moral y poder de coacción, y en algunos sitios incluso de cocción. Una construcción edificada sobre el “aquí las cosas siempre se han hecho así”.

Algo parecido ocurre con el poder. Se elija la forma que se elija inicialmente para decidir quién manda, pasado un tiempo se convertirá en algo sólido y claramente distinguible de la figura que lo ocupa. Por ejemplo, se hablará del trono como de algo inamovible, y el rey será simplemente el individuo que ocupa el trono en ese momento. Por eso, aun hoy, que un rey sea atacado es un proceso faccioso, que lo sea el trono es algo que tiende a considerarse como una agresión al conjunto de la nación.

En el ámbito actual de eso que llamáis España, este es el mecanismo que legitima la obsesión de una mayoría por la Ley, representada por la Constitución, la unidad de la patria, o la defensa furibunda de la religión imperante.


El conjunto del conocimiento compartido y no puesto en duda – lo que coloquialmente se denomina el sentido común -, las creencias, la ley, la moral, el arte, las costumbres, los rituales, … constituye una cultura, soportada por un lenguaje común y, desde hace 5.000 años, con frecuencia una escritura.

¿Para qué sirve? Ya lo dijo Vacuum: rellena vacíos, responde a preguntas, y, sobre todo, proporciona previsibilidad, reduciendo los costes de transacción. Me explico. Si un agricultor quiere vender sus excedentes de cosecha a un miembro del mismo grupo cultural al que pertenece, sabrá si la moral permite o no mentir, si es tradición regatear, y cuales son las probabilidades de ser engañado. En el caso de venta a alguien de una cultura ajena, todo esto serán incógnitas que se traducirán en desconfianza, y la probabilidad de ser engañado será mayor, subiendo el precio para cubrirse las espaldas. La misma lógica simplificará enormemente el ejercicio del poder, otra institución tan típicamente entrelazada con la religión, como una larvita en su pelota.

Hasta tal punto la cultura ha adquirido peso en las sociedades Homo, que su hegemonía es prioritaria, por encima incluso de la supervivencia de la especie humana. Ahí tenéis, por ejemplo, el colonialismo en el que la imposición de una cultura ha prevalecido sobre cualquier otra consideración, incluida el exterminio de etnias ajenas a la dominante. Por no hablar de guerras de religión, o del actual rechazo a la inmigración.


Y ya que mencionamos la religión, vamos a hablar de ello. Es una institución social vuestra – los coleópteros reconocemos la divinidad, pero no la adoramos – que se nutre de relatos existentes, generalmente en forma de mitos. Los consolida en una doctrina, y los mantiene vivos mediante la socialización de los individuos en esos valores, y la ejecución posterior de rituales.

Para que una doctrina subsista como institución religiosa, debe cumplir algunas condiciones.

  • Disponer de una doctrina formada por mitos aceptados, que no contradiga el núcleo cultural, y que esté basado en un esquema caos->dios->orden
  • Aportar ritos y sacrificios que permitan comunicar con la entidad sobrehumana que se contrapone al mal.
  • Aportar respuestas en forma de lenguaje propio, misterioso y complejo, que sólo los representantes del poder sobrehumano pueden desentrañar: chamanes, sacerdotes, …
  • La aceptación de que el destino humano está estrechamente relacionado con un ente sobrehumano.

Tomemos por ejemplo una religión cristiana cualquiera. Los propios evangelios conforman un relato mítico, con un héroe sobrehumano que lucha por imponer el bien. Los fieles se reúnen periódicamente para conmemorar ritualmente este relato, bajo la dirección de un especialista formado para desentrañar los misterios, que dirige el ritual utilizando palabras que no configuran el lenguaje ordinario.

La normativa emitida por la institución se aplica fuera del propio entorno religioso, bajo la forma de moral inserta en proverbios, en el espíritu de las leyes, o en la aplicación del poder. Incluso las propias blasfemias recuerdan el origen sobrehumano del mito, lo que no debe sorprenderos teniendo en cuenta que, tradicionalmente, os socializáis en la religión desde el propio nacimiento hasta la muerte. En cada momento significativo de la vida en la sociedad cristiana hay un sacerdote cerca: bautismo, comunión, matrimonio, y finalmente muerte.

Tan potente es esta socialización, que durante milenios habéis estado dispuestos a matar o morir por la imposición de vuestras creencias. Siempre por la razón evidente de que, si los demás tuviesen razón, vosotros estaríais necesariamente equivocados, así que debéis extender tanto como sea posible el ámbito de vuestra religión, y protegerla de influencias ajenas. Por si acaso.

Pero lo realmente importante – en opinión del Imago Sagrado ꗝው꘠, que conoce muy bien el tema por la cuenta que le trae – es que las religiones necesitan mitos, pero no necesariamente dioses. Y a la inversa, la existencia de dioses es indiferente para las religiones. Así, no es de extrañar que existan iglesias del Homo supuestamente Sapiens Chuck Norris, o incluso religiones extendidas como el budismo que disponen de doctrina, pero no adoran a ningún dios propio.

Moraleja coleóptera para los humanos: si una religión está implantada en tu cultura, más te vale conocerla porque tratará de ejercer poder sobre ti. Los dioses son opcionales.


Y hasta aquí la charla de hoy. Hasta la próxima, ¡mucha mierda!

Referencias

Berger, P. L., & Luckmann, T. (2015). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores, SA.

Bohannan, P. (2010). Para raros, nosotros. Madrid: Akal, S.A.

Harari, Y. N. (2014). Sapiens. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, SAU.


PS.- Si algún humano presente en la sala desea una explicación más práctica, puede consultar esta escena de la Vida de Brian:

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