Reagan ante la historia

Ronald Reagan es uno de esos personajes históricos paradójicos: excelente comunicador, tuvo repetidas metidas de pata que acojonaron al mundo; definió la URSS como «el imperio del mal», pero se llevó estupendamente con Gorbachov (al igual que Margaret Thatcher, por otra parte); embarcó los EEUU en un gasto desaforado en defensa, y sin embargo su mayor iniciativa – la apodada Guerra de las Galaxias – fue un farol.

El desafío consistía en sentar a Reagan frente al tribunal de la Historia. En el debate correspondiente, la mayoría de mis compañeros pensó que debía disculparse, pero conociendo al personaje eso era muy poco probable. Yo lo veo así, como un hombre orgulloso de sus logros, fiel a sus principios en todo momento, y por lo tanto incapaz de reconocer sus grandes errores.

Si acaso, se disculpará – o echará las culpas a otros, como corresponde a un mandatario de su nivel – por alguna metida de pata, pero más como una travesura que como un error grave.


Damas y caballeros del tribunal de la Historia, me presento ante ustedes, no para solicitar indulgencia, que habiendo ejercido mi responsabilidad dignamente, con la ayuda de Dios, no la necesito. Si estoy hoy aquí es porque he sido convocado, y como ciudadano honrado que nada ha de temer, creo mi deber enfrentar las acusaciones que me sean formuladas.

Responderé como corresponde a un hombre que hizo de la libertad individual su guía. Ya en 1964, advertí que ningún gobierno puede intervenir en la economía sin controlar al pueblo. Debíamos elegir entre creer en nuestra capacidad de autogobierno, o permitir que lo hiciese una pequeña élite en una lejana capital[i]. Nadie puede decir de mí que haya sido incoherente, siempre fui fiel a este pensamiento.

Se ha dicho también de mis políticas que destruyeron a la clase media estadounidense, que empobrecieron al pueblo. Sea, que lo digan, pero seamos justos: antes de mi presidencia, los liberales libraron una guerra contra la pobreza, y la pobreza venció[ii]. ¿Han de acusarme también de sus errores?

He sido siempre un creyente. Nunca lo oculté. Creí en la mano invisible del libre mercado, confié en la capacidad de Greenspan y en la sabiduría de Friedman. También honré mis creencias cuando hube de enfrentar al mayor adversario de la libertad de mi tiempo: el comunismo. Aun así, cuando señalé a la Unión Soviética como el maligno adversario de los hombres libres, se me acusó de hacerlo para consumo interior[1]. Quien lo diga olvida que el fundamento de mi vida y de mis acciones emana de Dios. De hecho, fue en un mensaje a la Asociación Evangélica de Florida cuando subrayé que orgullo y equidistancia no sirven cuando debemos elegir entre el bien y el mal. Mirando a la Historia desde 1983, era entonces, y lo sigue siendo hoy, algo evidente para todos los hombres de bien.

¿Cómo podría valorar el pueblo americano, creyente en un 95%, un sistema en el que al individuo no se le permite elegir su fe? Sólo podía elegir un calificativo posible: el Imperio del Mal[iii]. Y del Mal desconfiamos. ¿Cómo creer que los cambios promovidos por Gorbachov en 1987 eran el principio de profundas reformas, y no un fraude para engañar al mundo libre? Viajé hasta la misma Puerta de Brandemburgo para que me escuchase el secretario general de la Unión Soviética. Le grité, ¡si quieren que le creamos, abra la puerta, destruya el muro![iv]

Y aún así, debo reconocer que no estuve todo lo bien informado que merecía el cargo que ocupaba entonces. Mis asesores sobrevaloraron la capacidad de la Unión Soviética, y embarqué a los EEUU de América en una exagerada carrera de armamento con la intención de forzar a la Unión Soviética a negociar el desarme[v]. Ignoraba que, en realidad, eran ellos los que necesitaban un respiro para evitar su quiebra. Gorbachov fue, en este sentido, el vencedor en las negociaciones.

Aunque acabase, muy a su pesar, siendo él mismo el destructor del sistema comunista, sigo creyendo que mi decisión fue la correcta, teniendo en cuenta la información con la que contaba. ¿O fue tan solo una casualidad que el muro, que había resistido veintiocho años de guerra fría, se derrumbase tras ocho años de mi presidencia? Sin la Iniciativa de Defensa Espacial, esa de la que mis detractores se burlaron llamándola Guerra de las Galaxias, ¿habría caído igualmente la Unión Soviética? ¿Y lo habría hecho sin enfrentamiento militar?

Quería terminar negando la supuesta inmodestia de considerarme un gran comunicador, alguien del que uno de mis colaboradores llegó a decir que mi voz era como un Merlot escanciado gentilmente en una copa de cristal[2]. Al contrario, cometí grandes errores, como aquella vez en 1981 que asusté al mundo entero declarando que el estallido de una guerra nuclear en Europa no tenía por qué conducir a un enfrentamiento estratégico[3], y tampoco soy tan iluso como para pensar que mi escasa resistencia a contar chistes de soviéticos contribuyese seriamente a la distensión[4].

En realidad, si hubo grandeza, pertenece sin duda a los contenidos que comuniqué, fruto imperecedero de los principios que nos han guiado como nación durante doscientos años.

Le llamaron la Revolución Reagan, y lo acepto como el cumplido que es, pero yo siempre lo sentí como el redescubrimiento de los valores y el sentido común de la gran nación que tuve el honor de presidir. Una nación, y un pueblo, con los que, quizás, llegué a compenetrarme mejor que algunos de mis predecesores, y muchos de mis sucesores.

Dios os bendiga, y Dios bendiga los Estados Unidos de América[vi].



[1] Por ejemplo, Judt (2006, pág. 852).

[2] Cita atribuida a Khachigian (Wikipedia, Speeches and debates of Ronald Reagan)

[3] (Judt, 2006, págs. 850, nota al pie.)

[4] Hay una nutrida colección de estos chistes en YouTube. Por ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=6NIu2qDWnfE


Anexo: citas originales de Ronald Reagan.

[i]A government can’t control the economy without controlling people… This is the issue of this election: Whether we believe in our capacity for self-government or whether we abandon the American revolution and confess that a little intellectual elite in a far-distant capitol can plan our lives for us better than we can plan them ourselves”.

Fuente: A time for choosing, 27/10/1964.

[ii] Cita extraída del discurso del estado de la Unión:

My friends, some years ago, the Federal Government declared war on poverty, and poverty won.”

Fuente: Address Before a Joint Session of Congress on the State of the Union, 25/01/1988

[iii]I urge you to beware the temptation of pride — the temptation of blithely declaring yourselves above it all and label both sides equally at fault, to ignore the facts of history and the aggressive impulses of an evil empire, to simply call the arms race a giant misunderstanding and thereby remove yourself from the struggle between right and wrong and good and evil.”

Fuente: Remarks at the Annual Convention of the National Association of Evangelicals in Orlando, FL, 08/03/1983

[iv]Are these the beginnings of profound changes in the Soviet state? Or are they token gestures, intended to raise false hopes in the West, or to strengthen the Soviet system without changing it?… There is one sign the Soviets can make that would be unmistakable, that would advance dramatically the cause of freedom and peace. General Secretary Gorbachev, if you seek peace, if you seek prosperity for the Soviet Unionand Eastern Europe, if you seek liberalization: Come here to this gate! Mr. Gorbachev, open this gate! Mr. Gorbachev, tear down this wall!

Fuente: Remarks on East-West Relations at the Brandenburg Gate in West Berlin, 12/06/1987.

[v]The truth is that a freeze now would be a very dangerous fraud, for that is merely the illusion of peace. The reality is that we must find peace through strength. I would agree to a freeze if only we could freeze the Soviets’ global desires. A freeze at current levels of weapons would remove any incentive for the Soviets to negotiate seriously in Geneva and virtually end our chances to achieve the major arms reductions which we have proposed. Instead, they would achieve their objectives through the freeze.”

Fuente: Remarks at the Annual Convention of the National Association of Evangelicals in Orlando, FL, 08/03/1983

[vi]And in all of that time I won a nickname, «The Great Communicator.» But I never thought it was my style or the words I used that made a difference: it was the content. I wasn’t a great communicator, but I communicated great things, and they didn’t spring full bloom from my brow, they came from the heart of a great nation — from our experience, our wisdom, and our belief in the principles that have guided us for two centuries. They called it the Reagan revolution. Well, I’ll accept that, but for me it always seemed more like the great rediscovery, a rediscovery of our values and our common sense.”

Fuente: Farewell Address to the Nation. 11/01/1989

Referencias y bibliografía

Veiga Rodríguez, F. (2009). La segunda guerra fría. Orígenes, desarrollo y final: 1974-1991. Barcelona: UOC.

Wikipedia. (s.f.). Speeches and debates of Ronald Reagan. Recuperado el 8 de mayo de 2019, de wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Speeches_and_debates_of_Ronald_Reagan

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