El cuento del día de la Hispanidad para niños escépticos (audio)

Feliz día de fiesta nacional, de la Hispanidad, del Pilar, de la Virgen de Guadalupe, reina de las Españas, Santa Domnina de Anazarbe, San Félix IV Papa, San Hedisto de Roma, San Maximiliano de Lorch, San Opilio de Piacenza, San Rotobalbo de Pavía, San Serafín de no sé qué Monte…

o feliz día no laborable, sin ir más lejos.

Permitidme que os relate un cuento, el del país que parió emperadores doce siglos antes de existir.


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Claro, que si preferís leer…

Buenos días, queridos oidores de estas Tontás de la Historia: niños, niñas, tiernos proyectos humanos de cualquier edad, extracción social, género y preferencia sexual. ¿Os acordáis de mí? ¿No? Pues sabed que me importa una rama de baladre caducado.

Hoy regreso a iluminar vuestra ignorancia porque es el Día de la Hispanidad, Fiesta Nacional española que se celebra por todo el orbe para gran alegría y alborozo de gentes amantes de imperiales gestas.

Pero vayamos al grano. Érase que se era un reino que todavía no existía, aunque dicen que ya en tiempos de los romanos paría emperadores. Emperadores, obviamente, romanos porque otra cosa no había. En concreto, Trajano, Adriano y Teodosio.

No quisiera matarles la ilusión a quienes tal maravilla proclaman, pero de hecho griegos y romanos denominaban indistintamente como Hispania o Iberia al conjunto de la península. Lo de España aparecería una docena de siglos más tarde, cuando en el imperio castellano – si lo habéis oído bien, castellano – no se pusiera el sol. ¿Veis, tiernos infantes? Hay gente que, con tal de vanagloriarse de que mi imperio es más antiguo que el tuyo, está dispuesto a pasarse por la entrepierna una docena de siglos, como si nada.

Luego tocaría llamar a las puertas de los reinos hispano-visigodos, pero se nos iba a hacer la hora de cenar y vuestros cuerpecillos están en pleno desarrollo, así que pasaremos rápidamente por las invasiones germanas, cuando convivían en las hispanas (o ibéricas) tierras suevos, vándalos, alanos, y otros bárbaros, más las tribus nativas y demás. Después vendrían las invasiones africanas, y finalmente la reconquista por los reinos cristianos.

¿Era ya España? Pues en realidad, seguía siendo Hispania porque eso decían los reyes de León que se vinieron arriba en el siglo X, autodenominándose Imperator totius Hispaniae – Emperadores de toda Hispania – aunque viendo el territorio sobre el que reinaban, me entran muchas dudas. Yo creo que habían tomado orujo caducado, o algo.

Aunque eso sí, es del Reino de León del que surgen los condados de Castilla y Portucale. Castilla se separa en 1065, y tejemaneje va, tejemaneje viene, acaban cambiando las tornas. Si en 1072 Alfonso VI Imperator totius Hispaniae gobernaba como rey de León, Castilla y Galicia, en 1230 Fernando III el Santo hereda ambos reinos tras conseguir que sus hermanas renunciasen santamente a sus derechos. Habría que decir que sucedió para gran cabreo de los leoneses, que no querían, ni está claro que quieran, ser castellanos.

Quedaban pues en la península los reinos cristianos de Portugal, Navarra, y Aragón. Mientras Castilla crecía hacia el sur, Aragón se extendía por el Mediterráneo y Navarra iba y venía según si la conquistaban, o si la reconquistaban.

Profesor de Historia, Geografía y Arte: España de la Baja Edad Media a los Reyes  Católicos

Así llegamos a los Reyes Católicos, que en un descuido conquistaron Navarra, y ya tenemos España.

O no, porque es sabido lo que no ocurrió a la muerte de Isabel, y es que Castilla no aceptó a Fernando como heredero y eligió a su hija doña Juana la Loca y a su marido de la casa de Habsburgo, Felipe el Hermoso. Ya veis que ya entonces los castellanos no le tenían mucho cariño a los de fuera. Y eso que Fernando ni siquiera era catalán…

Por tanto, no es España quien conquista las Américas y administra los beneficios, sino Castilla. Lo cual explica, entre otras cosas, que los puertos del Mediterráneo quedasen excluidos del comercio con las colonias, aunque formalmente los súbditos de la corona de Aragón pudiesen participar, supongo que por el qué dirán.

Pero si volvemos a lo que nos ocupaba, en mi opinión no podemos hablar de España hasta Carlos I, hijo de la Loca y del Hermoso, que reúne en su corona todos los reinos peninsulares, excepto Portugal. Claro, que sería con Felipe V, el primer borbón con sus decretos de nueva planta, cuando por fin se homogeniza el reino de España, al suprimir los fueros e instituciones de Aragón, sus reinos y principados. Y así se fortalece España, castellanizando a los demás ex-reinos.

Como veis, queridísimos querubines, España no se forma de manera amistosa, ni mucho menos, sino a base de repartir mandobles y organizar los típicos putiferios dinásticos. Y quien gana por las armas, no acostumbra a renunciar al derecho de conquista. Así, durante los siglos XVIII y XIX, mientras en Europa fueron y vinieron las revoluciones, se formaron estados fuertes y avanzaron en el gobierno las clases burguesas frente a la nobleza terrateniente, en España sucedió justo lo contrario: siguieron gobernando quienes consideraban una deshonra haber trabajado para alcanzar la riqueza en lugar de nacer con un bello ramillete de flores creciendo en su ojete.

¿Qué pasa? ¿No os lo creéis? Pues un dato lo revela: entre 1812 y 1931 se proclamaron siete textos constitucionales, de los cuales los liberales estuvieron en vigor 22 años frente a los 74 tradicionalistas. Entre medias, ese deporte histórico que tanto gustaba a los buenos patriotas hispanos: guerras inciviles a tutiplén.

No es sorprendente en este entorno que los símbolos españoles sean más bien flojos, porque no se contaba con tener que construir una nación que incluyese a la plebe. La bandera procede de un concurso público convocado por Carlos III en 1785 porque había un problemilla con los estandartes navales, y es que en Europa casi todos llevaban el color de los borbones – el blanco – con sutiles diferencias que no se apreciaban de lejos.

Reproducción de las banderas elegidas por Carlos III en 1785 como pabellones de guerra y civil, y gallardete. Fuente Wikipedia.

Podéis imaginar la que se podía liar:

— ¡Eh, ustedes vosotros! ¿De dónde sois?

— Oh, sacrebleu, des espagnols… Feu ! Feu !

De modo que se eligieron dos colores que destacaban un montón, el rojo y el amarillo. Más tarde la II República añadió el morado, se dice que por una confusión con el color del pendón de Castilla, pero el caso es que las tropas franquistas volvieron al anterior porque de alguna forma había que diferenciar las banderas de las del otro bando. Y cuando llegó la transición, la tricolor no era una opción dado el contexto, y no se molestaron los padres de la patria en inventar una nueva al estilo francés, así que volvimos a la vistosidad de la bandera de Carlos III.

¿Y el himno? Pues una marcha de honor que se solía interpretar en los actos de Carlos III y de su esposa, doña Amalia de Sajonia, que se hizo popular.  Wikipedia recoge media docena de intentos de ponerle letra, incluidos Sabina y Marta Sánchez. No recoge mi preferida, la de Carlos Latre. Os la recomiendo, sobre todo si tenéis hambre.

En cualquier caso, símbolos imprecisos, de escaso fuste. Y así, no hay quien construya una nación, por más que se esforzaran en ello los padres constitucionalistas. De hecho, sospecho que quienes afirman ser fervientes patriotas españoles, en realidad están diciendo España, cuando quieren decir Castilla.

Comprenderéis pues, tiernos púberes, que en la fiesta nacional yo me quede en la cama igual, porque la música militar nunca me supo levantar. Ni el desfile de la cabras, dicho sea de paso.

Aunque quizás, solo quizás, lo haría si el día de la fiesta nacional se celebrase de manera cívica y no militar, conmemorando lo único que hicimos bien los españoles, así, en conjunto, en los últimos siglos: aprobar una Constitución que nos ha mantenido en paz durante más de cuarenta años por primera vez en muchos siglos.

Y si no os gusta, propongo otra fecha: el 10 de diciembre para celebrar el fin de la guerra de Cuba. Vale, sí, fue una derrota como la copa de un pino, pero y el puente que se queda…

Y eso es todo por hoy, jóvenes plebeyos, y quizás alguna que otra real infanta. Sed buenos.

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